Sin duda todo lo que había aprendido durante tantos años quedaba escaso. Cada dos compases el ritmo cambiaba de estructura. Personalmente hubiera sido incapaz de seguirlo sin cruzarse, pero ellos no. Tenían el "culo pelao" de tocar. Sabían lo que hacían. O quizás no, el groove era parte intrínseca de su ser. Las polirritmias y amalgamas se mezclaban sin esfuerzo. Ramón los observaba como si fueran Dioses.
La cercanía de los músicos o el ambiente relajado de la velada animó a una señora con afán de protagonismo a hacerse notar. Saltó al escenario y empezó a cantar. Los músicos la seguían sin problemas a pesar de alguna entrada precipitada y algún compás cojo. Aunque no desafinaba demasiado su voz no era agradable, Ramón la encajaba en el grupo de gallinas. -Por favor que vuelva a su sitio- Pensaba Ramón. Por suerte o por falta de repertorio la señora clueca volvió a su asiento tras haber cortado el flow de la noche.
Un repertorio de lo más variado amenizaba la noche. Entre canción y canción Domingo, el pianista, se levantaba, echaba un sorbo de su jarra de cerveza, comentaba algo con las pepas de la mesa de al lado, y volvía a su estrecha banqueta.
En ocasiones, como buitre que acecha a la oveja moribunda, un postulante elegante le usurpaba el piano a Domingo. El muchacho no lo hacía mal pero todavía le faltaban tablas. Tenía tendencia a entrar en bucles de los que sólo el batería sabía sacarlo con maestría.
Por el escenario también desfilo el que debía ser una constante en la noche del lugar. Un joven con aspiraciones a crooner. Con temas de Sinatra y Elvis encandilaba a las señoras del público entre las cuales era probable que estuviera su madre.
Sin duda aquel lugar estaba poblado por parroquianos habituales. De pronto se abrió la puerta, el frío cierzo entró primero anunciando su llegada, el escaner de Ramón lo bautizó presto como "Briatore de Garrafón". Cuando ya le había puesto mote llegó la confirmación del mismo. Tras él apareció una mujer unos 30 años más joven, de raza negra, con un peinado a base de trenzas sujetas con un pañuelo y gafas de intelectual. Caminando hacia dentro las miradas avanzaban a su paso, sobre todo la de otro personaje que se había acodado en la barra. Un individuo singular: botas de motero, melena canosa recogida en una coleta y gafas sol. A Ramón no le parecía trigo limpio.
Georgina se acercó a Julia y le preguntó: -¿me has llamado?- Con indiferencia mezclada con desprecio Julia le dijo que no. Seca, tajante, sin ambages.
Ramón observaba la escena mientras descargaba su carro de la compra en la cinta transportadora de la caja registradora del mercadona, o mercamonas como acostumbraba a llamarlo.
De repente se oye un estruendo en el pasillo de los detergentes.
-Pilar puedes ir al pasillo 2- Grita Julia para que Pilar le oyera desde el cuarto de la limpieza. Una señora la había liado con los botes de suavizante y el detergente y ahora el pasillo 2 parecía una piscina de "Mimosín". Pilar había hecho oídos sordos a la llamada.
Ramón no es políticamente correcto, simplemente es realista y pensaba que Pilar estaba gorda, muy gorda, completamente obesa y comprendía que con su peso y nula forma física era normal que no le apeteciera ponerse a limpiar aquel chabisque.
Parecía que Julia ya había cumplido con su obligación de pasarle la bola a otro, ciertamente tampoco podía desatender la caja para ponerse a limpiar. Entre dientes murmuró -¡Hala! a ver si la gorda mueve el culo-.
Ramón ya había visto otras veces cómo Pilar (la gorda) se paseaba por el supermercado montada en su fregadora industrial. Los compradores tenían que apartarse de su camino con rapidez si no querían ser arrollados. Aquella mujer en su fregadora por los pasillos de la tienda eran como un trailer sin frenos por Despeñaperros.
Allí estaba otra vez. Aparcado en una batería de camillas retorciéndome de dolor y con drogas en vena. El perfil estándar del paciente de urgencias de un domingo a las cinco de la madrugada era el de joven ebrio. A mi diestra había uno. Las camillas estaban tan juntas que no hubiera tenido problema en darle una colleja si hubiera estirado el brazo.
Una enfermera se acerco a la camilla del muchacho junto a mi y dirigiéndose a sus padres les dijo.
- Si no orina vamos a tener que sondarle -
En ese momento comenzó una dialéctica padre - hijo botijas que me distrajo del dolor durante unos minutos:
- Josemari tienes que hacer pis - Le increpó su padre.
- No ves que tengo ganas ya de pirarme, ¡Pesao! ¡Qué gachó! - Dijo el hijo dándose media vuelta en la camilla de espaldas a su padre
- Bueno pues haces un pis y ya. Y hazme caso alguna vez -
- Me quiero pirar ya a casa, sino me voy a quitar esto y a tomar viento - Haciendo referencia a la via que llevaba en el brazo.
- Eso te lo van a quitar ahora -
- Que me dá igual... sino me lo voy a quitar yo -
- Coges, vas al baño, levantas el grifo, haces un pis y ya está. Y nos vamos a casa -
- No, es que...
- Mira que es fácil... eh!
- ¡Pesao!...
- Pero porque no haces caso -
- No te voy a hacer caso -
- Hazme caso...! - Insistió su padre
- ¡Qué pesao eh! -
- ¿Qué te piensas tú? Que ya son las ocho de la mañana y ya llevo yo 24 horas levantado
- ¡Pues quítate de aquí y vete! - Interrumpió su hijo.
- No me dá la gana, porque tu lo digas ¿o qué?... lo tienes claro.
Tras unos segundos de silencio replicó desde la camilla.
- Cuanto más digas, más rato estaré, si a mi me dá igual.
- ¿Aquí estarás...? Pues te harán lo que te tengan que hacer...
- Si. - Respondió con desprecio.
- ¡Toma no! Aquí vas a estar durmiendo, lo tienes claro tú.
- Pero... ¡déjame en paz! -
- !No me dá la gana ! -
- Bueno pues no mearé -
- Si... te voy a dejar en paz!, Aquí a ver como duermes ¿o qué? - Respondió con ironía su padre.
- Bueno... -
- Lo tienes claro -
- Pues tienes tres oportunidades... - Balbuceó el botijas del hijo
- El que lo tiene clarito eres tú... - Dijo su padre terminando en un profundo bostezo.
- Yo ya te lo digo, sino me soltaré esta mierda -
- Ahora te lo van a quitar... haces un pis y nos vamos. -
- ¡Qué pesao, que no voy a mear! ¡Que lo he meao todo y no tengo que soltar nada!
- Vas al baño levantas el grifo y ya está... -
- Que noooo, pesao! -
- Pero ¿porque no? si levantas el grifo y hace pstssssssss.
- ¡Que te calles ya! -
- ¡No me da la gana! -
- Pues sino me vuelvo con todos mi colegas y ya -
- Si mira, carretera y manta que dicen en mi pueblo -
- Pues bien. - Resoplo mientras se echaba la sábana por encima de la cabeza.
- Así de claro, asi de clarito chaval!... Has oido? Yo que tú mearía.
- Bueno pues no lo voy a hacer. Me quiero ir a casa y ya...
- Tendrás que hacer un pis, te quitarán los goteros y te podrás ir a casa -
- Que no voy a mear, ¡Pesao!
- Sino te van meter la sonda y vas a ver. -
- Que me metan la sonda y me voy pa'casa... -
- Si te meten la sonda no vas a salir - Amenazaba su padre. - Josemari las cosas no son así como piensas....
- Bueno pues-
- Ni bueno ni barato, y despierta ya que ya es hora. -
- Pues dejame en paz. Que me quiten esto y me piro a casa. Que me quiten esto que ya ha pasado más rato que rato. -
- Ahora te lo quitarán y nos iremos a casa -
- ¡Que pesao! ¡Tocahuevos! No te lo digo que yo no quiero estar aquí... -
- Te piensas que yo si, yo que tu me espabilaría, echaría un pis y a casa -
- He perdido mucho fluido y no tengo ganas ni de mear, ni de na... no lo entiendes pesao, que es que eres un pesao, ahora por mis huevos aunque quiera mear no voy a ir a mear y ya me pueden estar aquí 48 horas, 64 u 84, que no voy mear -
- Si no aguantas tanto en la cama - Dijo con sorna su padre.
- ¿Que no? Pruébame. Osea que me quiten esto o me piro -
- Eso te lo quitan ahora -
- Que me dá igual estar 84 horas o quitarme esto yo -
De repente llegó la enfermera de antes y dijo:
- ¿Ha hecho pis? - Mirando hacia su padre mientras este negaba con la cabeza.
- Pues hala vamos dentro que le vamos a sondar -
La siguiente vez que vi a Josemari salía del hospital por su propio pie, cabizbajo y con signos de torpeza mental y motora. Dos pasos por detrás iban sus padres con cara de 'ya verás cuando lleguemos a casa'.
- Buenas tardes mi nombre es Antonia y le llamamos del servicio de calidad de Jazztel, ¿Sería tan amable de atendernos unos minutos?
- Hombre cuanto tiempo sin hablar con ustedes, ya les echaba de menos...
- (Silencio valorativo)... Detecto cierta ironía en sus palabras.
- ¿Sólo cierta? He intentado que fuera una notable y completa ironía. De todas formas vamos al grano. Quiere que le dé mi dirección para saber qué servicios de fibra óptica pueden ofrecerme. ¿verdad?
- Veo que conoce nuestro procedimiento, no le molestaré más.
- Muchas gracias y buenas tardes Antonia.
El pequeño Ramón no entendía porqué estaba allí. Se lo habían vendido como una fiesta sin par pero aquello le parecía un autentico coñazo. Estaba en una parcela bajo un puente de la autopista. Llena de gente desconocida que hablaban una lengua distinta. Que clase de raza superior era aquella que habían sido capaces de engendrar tanto individuo con un cromosoma extra en el par 21. Hoy en día lo políticamente correcto sería decir que tenían síndrome de Down. Por aquel entonces simplemente decíamos que eran subnormales.
Sacos llenos de avellanas servían de improvisado escondite mientras "los mayores" se ponían tibios de comer y beber. A lo lejos se oía al señor B, algo entonado, animar a los asistentes con una versión en español de los Animals...
Al pequeño Ramón le habían encomendado la tarea de "jugar" con aquellos extracromosómicos. Menudo marrón. Un juego de bolos de plástico era el único juguete disponible, pues el uso de la imaginación con aquellos individuos estaba fuera del alcance del joven Ramón.
La primera tirada consintió Ramón en que la tirara R. Una chica especial con unos 15 años más que él. El haber fijado las normas en un principio había sido completamente banal. Tras el primer tiro empezó a gritar con el fin de que le diera otra vez el bolo para volver a tirar. Encima la jodida tenía puntería y allí estaba el pequeño Ramón colocando una y otra vez los bolos y yendo a buscar la bola una y otra vez...
Ya lo dice el refrán: ¡Tonto, tonto! ¡Mierda, Mierda! Aquello no podía seguir así. Por suerte para Ramón, R no hablaba un idioma legible (al menos para él) solo gritaba como una energúmena cuando tardaba en darle la bola... Así que Ramón decidió terminar con aquel juego infernal. Una vez fue a buscar la bola, miró a un lado y a otro asegurándose que nadie mirara. Y decidió lanzarla a unas zarzas próximas.
De repente todo el mundo calló, sólo se oía el ruido de la autopista y a R gritando como un cerdo el día de la matanza. Señalaba al pequeño Ramón y hacía un gesto imitando el lanzamiento de la bola. Afortunadamente sólo él pareció entenderlo. Rápidamente llegó la que debía ser la madre de la trisómica.
- ¿Que ha passat? - Le preguntó a Ramón.
Con cara de no entender respondió éste con sorna.
- No, mi padre tiene un Citroën BX, no un passat...
- No, que ¿Qué ha pasado? - Replico en el idioma de cervantes esta vez.
- No sé. Ha tirado la bola a esas zarzas y se ha puesto gritar así...
Su madre entró en la estancia. Una mezcla de sudor y alcohol inundaba la habitación. Allí estaba su hijo. Tirado en el suelo. Con la goma todavía en el brazo, la aguja colgando y un charco de babas en el suelo. Con ojos tiernos ella exclamó ¡Míralo, tiene la misma cara que su abuelo cuando se quedaba dormido en el sofá!
Cada día despertaba con la ilusión de conocer el final de la historia. Aquella bloguera que lo tenía enamorado había cautivado su atención una vez más. Posibles finales inundaban su imaginación. Buscaba una respuesta al tormento desatado por aquel relato inconcluso. Ignoraba si tal desesperación le había provocado la crisis biliar de aquella noche... las bravas nadando en mayonesa y picante de la cena seguro que no tuvieron nada que ver.
Hacía ya más de 7 meses que no hablaba con ella y más de 10 que no la veía. Por algún extraño motivo mi relación con ella no había acabado bien. Como en otras muchas ocasiones le echaron la culpa al mensajero. En este caso el mensajero era yo.
Sentí vibrar el teléfono en el bolsillo de mi pantalón. Alguien me llamaba. Era ella. ¿Que querría de mi? pensé. En su último mensaje prácticamente me mandaba a la mierda y me defenestraba como amigo. Con decisión respondí a su llamada como si no supiera quien me llamaba. Me hice el sorprendido y estuvimos un rato hablando, evitando continuamente el motivo por el cual habíamos perdido el contacto.
En un momento dado me hizo la típica invitación sin fecha que se hace por quedar bien.
—¿El sábado que viene te parece bien? Así te enseñaré la moto que me he comprado.—
Mi iniciativa le cogió por sorpresa, no tuvo tiempo de inventar una excusa así que aceptó. Además el que tenía que viajar era yo.
Aquel día me levante tarde, puesto que había estado tomando unas (demasiadas) copas con mis amigos la noche anterior. Además ella vivía a no más de una hora de viaje. Me puse el casco y partí con mi moto a ver a aquella chica que durante mucho tiempo fue mi amiga.
Había llegado a mi destino, crucé el río y la llamé. Ignoraba donde estaba su casa y no conocía la ciudad. Sin respuesta. Me cagüen todo lo que se menea, pensé. Insistí y volví a llamarla. Sin respuesta. Me senté en un banco con la esperanza de que viera mis llamadas perdidas y me llamará.
Pasé el rato contando coches. Cincuenta y tres coches blancos y siete autobuses más tarde empezó a sonar el teléfono. Era ella. —¿Dónde estás?— me preguntó. —Pues ahora voy a buscarte.— Así que seguí esperando un rato más. Esos fueron los momentos de mayor angustia. Deseaba sobremanera que viniera sola, así podría hablar con ella con más tranquilidad y libertad.
Por fin apareció un coche, paró frente a mi y bajó ella. Casi sin fijarme en ella dirigí mi mirada al conductor. Sus rasgos situaban su origen en el sur de América cerca del ecuador. La miré y me dijo: —es Johnny.— Le dí la mano a través de la ventanilla y se fue.
Entonces sí la que miré con la máxima atención posible. De abajo arriba y de arriba a abajo. La energía de su cuerpo se concentraba en un ombligo que lucía con esmero. Como si de un centro de simetría se tratase dividí mi atención en lo que había por encima y por debajo de aquel ombligo adornado con un pendiente. Por debajo de este aparecía una falda que no era mucho más grande que un cinturón ancho dejando ver sus morenas piernas. Por encima de su ombligo una camiseta de tirantes con un generoso escote que daba poco pie a la imaginación.
Tras un resoplido de valoración tomé aire y le dije haciendo mía la frase de un amigo: —"Estoy profundamente enamorado de ti"—. Se echo a reír. Me abrazó.
Fuimos a tomar algo y hablamos. Hablamos de su ex-novio y la actual pareja de este. Motivo por el cual habíamos perdido nuestra relación. Hablamos de Johnny su "chico" ecuatoriano. Hablamos del trabajo, la vida y la muerte. Mi dialéctica no era fluida y es que aquella minifalda me atascaba. Le veía muy entusiasmada con su nuevo amor.
Poco después llamó a Johnny y fuimos a comer. El fulano en cuestión baila Hip-Hop y aquella tarde tenía una actuación no sé a qué fin. El caso es que estaba nervioso como si el urólogo le fuera a hacer un tacto rectal. Los momentos de silencio invadían la mesa así que volví a hacer mío una disertación que había leido no hacía mucho en la novela de mi amigo Ramón y le pregunte a Johnny. —¿Te has excitado alguna vez analmente?—
Johnny me miró con cara de decir "este tío es un degenerado".
—Si el culo sólo sirviera para cagar entonces no sentiríamos placer al cagar— Johnny escuchaba alucinado —No te ha pasado alguna vez mientras estás creando algo grande, (me empezaba a divertir de verdad) que te viene el padre del señor topo y venga a hacer fuerzas... y que no sale... y venga... y al final... aaah ¡que a gusto te quedas! Ahí... sientes como cae por tu esfínter... ¿no te a pasado alguna vez?, ¿no has sentido placer?— Ella que me conoce bien se partía de risa, mientras que Johnny sonríe asombrado ante semejante personaje.
—Bueno, a mi no me ha pasado... yo solo te pregunto. Me lo ha contado un amigo. Dicen que a partir de ahí se pasa a la estimulación anal. ¿Os habéis estimulado analmente alguna vez? Bueno yo no. Esto... Yo no soy gay. El caso es que dicen que a uno le entra la curiosidad y el siguiente paso es que cuando uno está en la ducha y se está limpiando los bajos... ops sin querer se frota demasiado el culo... ¿entiendes lo que te digo Johnny? ... sin querer, sabes... y en esto que nota algo por ahí... Pues a partir de ahí dicen que uno empieza a profundizar en el tema y a meterse dedos, zanahorias... hasta que le gusta tanto que se convierte en homosexual. —
De repente Johnny exclamó: —Me dijiste que a tu amigo se le iba la pinza pero creo que este la perdió.—
Ella y yo reímos con complicidad.

DIA II
Estaban en el pasillo despidiéndose, mientras yo despertaba. Oí como se abría la puerta principal para cerrarse inmediatamente después. Acto seguido fue la puerta del cuarto donde dormía la que se abrió. Apareció ella con una mezcla de camisón y salto de cama de raso que dejaba poco a la imaginación. "Siempre quise despertar así" exclamé. Sin decir nada se me tiró encima, me abrazó y se puso a llorar. Marrón. Aguanté como un campeón. Me limite a abrazarla firmemente y a no preguntar, si me quería contar algo ya hablaría como otras veces había hecho. Así lo hizo. Por lo visto el trabajo la tenía muy quemada.
Tras tres cuartos de hora de mi psicología más elaborada le dije que durmiera un par de horas que ya la despertaría yo. Fueron las dos horas más largas de mi vida. Intenté leer algo pero me resultaba imposible hacerlo gracias a Lua, su gata. Lua era el ser más pesado del mundo. Se me subía una y otra vez a la chepa. Arañaba mi espalda. Saltaba sobre mi. Si la encerraba resultaba inútil, pues había aprendido a abrir las puertas. Valoré la posibilidad del maltrato físico pero igual se mosqueaba la dueña, así que simplemente me vestí y me fui a la calle a ver el mar. Desayuné una tapa de ostras y un ribeiro, y volví a la casa.
Cuando entré ella ya se había despertado. Andaba buscando el móvil para ver donde me había metido. De nuevo me abrazó y me dio las gracias por lo de antes. "Me ducho y nos vamos" musito mientras me seguía abrazando.
La cosa pintaba fea. Pero bueno sólo eran cuatro días. Fuimos a Santiago. Llovía a cantaros, no parecía que fuera a parar. Comimos en un restaurante de los que el camarero te acerca la silla al culo cuando te sientas. A ella le había dado una especie de subidón y no paró de hablar en toda la comida sobre historietas del colegio, sus novios, nosotros, el futuro. Después de comer, bajo la lluvia, fuimos en plan culturetas a un museo. Herramientas de trabajo, costumbres y folclore de hace 80 años o más. De repente ella dijo: "Necesito tomar el aire".
Estaba pálida y no se encontraba bien. Decidí que lo mejor sería llevarla a casa. Como un gentelmen paré un taxi para que nos llevará al coche, ya que llovía y ella no tenía mucha pinta de poder caminar en tales condiciones. Conduje el viaje de vuelta y fuimos a su casa. Insistí que se fuera a dormir y que no se preocupara por mi, que me iría a dar una vuelta por el pueblo.
Un ración de pulpo y una copa de albariño le dije a aquella abuela detrás de la barra. ¡¡¡Prufff... Qué barbaridad!!! Menudo plato pulpo aquello era un regalo de las deidades del mar. La ración era bastante generosa de modo que tardé en acabarlo, aunque en ningún momento superó mi capacidad ni mi ansia de seguir pidiendo semejantes manjares. Pagué y me fui en busca de otro chiringuito. Siguiendo mi filosofía de que cuanto más cutre, mejor. Me metí en un tascucio oscuro. Un ración de berberechos le dije al tabernero. El tabernero era un hombre gordo, de movimientos torpes, calvo y con bigote. A pesar que no haber pedido nada de beber cogió una botella de vino blanco y un vaso y me la puso delante. Cuatro minutos más tarde sacó de la cocina una fuente con carambullo de berberechos. Cielo Santo pensé. Para comerme esto necesitaré beberme la botella entera por lo menos le dije a aquel sin par personaje. Y así fue.
Medio entonado salí del bar en busca de un aire que no estuviera tan viciado como el de aquel sitio. Llegué hasta la playa y me senté. Soplaba un viento bastante frío así que me despejé rápidamente. Allí estuve hasta que el sol estaba por debajo de la línea del horizonte. En aquél momento decidí volver. Para ser un invitado ya era hora de volver. Cuando llegué al portal me encontré a ella y a su novio saliendo del portal. "Nos vamos a urgencias, ¿Te vienes?" Me dijo ella. "No, mejor me quedo, estaréis mejor sin mi" Respondí.
Subí a la casa, jugué con la gata, vi la tele un rato y me fui a dormir.
Debían ser las tres o las cuatro de la mañana cuando note que se abría la puerta del cuarto en el que dormía. Oí la voz de ella diciendo mi nombre. Abrí los ojos y me incorporé. Ella se sentó a mi lado. "¿Qué te ha dicho el médico?", pregunté. "Tengo estrés paranoico depresivo", respondió. Hice un silencio valorativo para recapacitar su respuesta. Creo que no la había entendido, ignoraba si lo que le estaba pasando era fruto del mobbing laboral o mi presencia allí había cortocircuitado alguno de sus procesos mentales/sentimentales.
Ella había mandado al piltrafilla de su novio a buscar los medicamentos prescritos por el galeno así que me tocó hacer de psiquiatra de nuevo. Cuando volvió se tomó toda la suerte de pastillas que le habían recetado y se metió en la cama.
DIA III
Aquel cócktel de pastillas debían ser una mezcla de calmantes y somníferos pues cuando me levante ella seguía dormida a pierna suelta.
En un principio el plan era ir a las Cíes los tres juntos, pero en aquellas condiciones no podía ser. Condescendiente con la situación le dije a su novio que no se preocuparan por mi, que me dejara la tienda de campaña que me iba yo sólo a las islas y que ya volvería al día siguiente para comer con ellos antes de coger mi tren.
Ante estas palabras comprobé en su rostro cierta cara de alivio al saber que ya no iba a ser un estorbo y presto me dio la tienda campaña y me ofreció el llevarme hasta el barco. "Corre o lo perderás me dijo".
Con cierto nerviosismo baje del tren. Anduve por el andén buscando entre la gente. Esperaba verla en cualquier momento. Mi corazón se aceleraba. De repente noté vibrar el móvil en mi bolsillo, era ella. "No he podido aparcar, sal al aparcamiento que estoy allí" me dijo. Aceleré el paso. Salí. No vi nada. Caminé hacia la salida. De repente oí gritar mi nombre. Me gire. Allí estaba. Eché a correr mientras mis ojos empezaron a hacer un examen preliminar de cómo le habían sentado estos cuatro años.
Había engordado algunos kilos pero seguía espléndida.
Cuando llegué por fin llegué hasta ella nos miramos sin decir nada durante dos segundos. Me quité la mochila, y nos abrazamos. El tiempo pareció pararse. Dos minutos más tarde nos soltamos, nos miramos y sin decir nada todavía, ella abrió el capó del coche y metí la mochila. Al cerrarlo ella me miraba. La volví a mirar y me volvió a abrazar.
Por fin ella dijo en un alarde de imaginación. "Bueno... ¿Qué tal?" Mi respuesta no se hizo esperar, la había estado ensayando durante cuatro años con distintas mujeres de mi alrededor. "Mucho mejor ahora que estoy contigo". Sonrío y dijo: "No has cambiado nada".
Una vez dentro del coche empezamos a contarnos un poco nuestras vidas, peripecias y aventuras. En realidad ella hablaba más que yo, pues su vida había estado llena de sobresaltos.
- Esta noche yo trabajo pero le he dicho a Toño que irás a cenar con él-
- ¿Quién es Toño? - pregunté temiéndome lo peor.
- Mi novio.
What the fuck!!! Me había cruzado la península ibérica y ahora me dice que tiene novio. Mi cara de tonto debía ser épica. Por lo visto habían estado ya juntos anteriormente y después de varios escarceos amorosos del uno y del otro habían vuelto a reanudar su relación. - Mientras vivan separados no todo está perdido, pensé. Craso error. Vivían juntos, vaya por Dios. De todas formas me había estado preparando psicológicamente para encontrarme aquella situación, así que no supuso más que otro taxi con el cartel de ocupado. Ya pasará alguno libre.
Llegamos a su casa. Abrió la puerta y rápidamente salió del interior un gato. Todo parecía torcerse, ya que mi amor por los animales de compañía nunca fue manifiesto.
Dejé mis cosas y decidimos salir a comer.
Sin dejarle tomar iniciativa decidí rápidamente ir a tapear. Es decir, pedir raciones de marisco regadas con vino del lugar. Ya que me había cruzado el país entero para ver a un chica con novio al menos comería lo que me apeteciera. Y así fue.
Aquella tarde la dedicamos a dar paseos en barco de un lado al otro de la ría. E hicimos la reserva el camping de las islas donde nos conocimos, Las Cíes. A pesar de todo fueron unas horas bastante intensas. La barandilla de aquellos barcos era un lugar ideal para sincerarse.
Por la noche ella trabaja, así que me dejó al cuidado de su novio como había previsto. Las presentaciones fueron escuetas. No sé que podría haber visto ella en semejante piltrafilla. Así es el amor... Pero bueno me hice fuerte y decidí aguantar al fulano con la mayor simpatía que me fuera posible, de todas formas el que estaba de intruso en su casa era yo.
Me llevó a cenar a un asador que tenía buena pinta. Al menos el fulano no tenía mal gusto. Yo no me pensaba privar de nada, así que me pedí un buen chuletón, mientras él encargaba a la camarera una pizza calzone... Mis sospechas de que era un gili se seguían confirmando. La conversación durante la cena fue de lo más variada. Economía, universidad, situación sociopólitica del país y de las comunidades, Fraga y otros dinosaurios, las ingles, importancia de las ingles, las ingles en la historia...
Yo estaba cansado del viaje así que nos fuimos pronto a dormir. Cada uno en su cama.
Que mente preclara habría tenido la idea de cortar el agua en el momento más jabonoso de la ducha matinal de Ramón. Poco a poco el gran chorro con el que le gusta exfoliarse se iba convirtiendo en un fino hilo de agua. En un ridículo intento Ramón intenta aclarase. Tan solo consigue sacar más espuma.
- En la nevera tengo unas botellas de agua - piensa Ramón mientras sale de la ducha chorreando agua y jabón. - Esto no será muy distinto a aquel campo de trabajo en Estrasburgo dónde usábamos una regadera para ducharnos... -
- Joder que fría. Recristo!!! ¿Quién me mandaría bajar el termostato de la nevera?
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Fuente: http://www.joaquingonzalezdorao.com |
- ¡Van a llegar tarde... cómo las grandes divas! - Dijo la mujer del sombrero en un intento vano por relajar el ambiente.
- A mi una vez me lo hizo Shakira, llegó 40 minutos tarde. Desde entonces le puse una cruz - Siguió diciendo.
Ramón podía notar como la vena del cuello de una de las "divas" se iba hinchando. Ella no había abierto la boca pero Ramón sabía que si lo hacía no sería para decir nada bueno. Ramón necesitaba abstraerse de aquella incomoda situación. Subió la radio y pisó el acelerador.
Ni así consiguió hacerla callar. Esta vez el pretexto era la bacheada carretera combinada con la velocidad.
- Esto parece la montaña rusa. -Nadie le hizo caso, la música estaba lo suficientemente alta para que pareciera que no la habíamos oído. Le habíamos hecho el vacío.
Ramón había cumplido su objetivo. Habían llegado a tiempo a pesar de la compañera de viaje. ¡Cómo podía ser que ayer hubiera venido aquí y no recordara el nombre del pueblo! Otra vez la incompetencia había rodeado a Ramón. Parecía tener un imán para ese tipo de personas. Por experiencia sabía que era inútil razonar con ellas.
-Dónde coño se habrá metido esta tía, se podría haber quedado a ayudar- pensó Ramón.
-Quizá así me evito tener que aguantarla - Se respondía a si mismo.
Prácticamente no la volvió a ver hasta la hora de volver. Su petulancia seguía intacta. Llevaba un vaso semitransparente de plástico y con una tapa de la que salía una pajilla para sorber. En un interior se adivinaba lo que podía ser un café con leche. A Ramón le parecía un poco asqueroso, estaba convencido que aquella semitransparencia era debida al uso repetido del mismo sin un lavado intermedio.
- Ya le podría haber dado un agüica la marrana ésta. - Los pensamientos de Ramón se veían interrumpidos por su estridente voz.
- Mi trabajo aquí ha sido un éxito. He ido puerta por puerta sacando a la gente de su casa para que viniera al concierto. - Afirmaba presumida.
Ciertamente había gente, pero Ramón dudaba de aquellas palabras. El camino de vuelta fue directo. Sin rodeos. Ya sólo faltaba una cosa. La única razón por la que no habíamos abandonado en la cuneta a la mujer del sombrero. Nos tenía que pagar...
- Ya disculparán pero no les puedo pagar porque no he traído la tarjeta. Si no les importa podemos quedar mañana y les abono sus honorarios, lo único que traje es el cheque del chofer...
Ramón volvía a sentir el palpitar de las arterias carótidas de las "divas" que educadamente quedaron con ella para el día siguiente. Al menos él había cobrado.
Ya sólo faltaba ella. No la conocíamos y sin embargo teníamos que confiarle nuestro sino. Ramón no tolera la gente impuntual. Al menos tenía buena compañía. Por suerte no tarda en llegar. Antes de que se presentara Ramón ya le había pasado su escaner con el siguiente resultado:
Mujer con sombrero. Nulo sentido del ridículo y aires de diva. Probablemente de un país de costumbres poco evolucionadas. Un toque de pija-gilipollas sabelotodo. Y sobretodo ignorante. Claramente una subespecie alóctona.A Ramón le gusta escanear a la gente y comparar sus resultados con la realidad. Rara vez se equivoca.
Tras la presentaciones de rigor emprendemos viaje. El destino había sido prefijado con anterioridad y confirmado por la del sombrero. Aquella pregunta había hecho pensar a Ramón:
- ¿Vamos a volver por el mismo sitio? - Preguntó la mujer con sombrero.Algo inquietante que no quería o no se atrevía a decir estaba pasando. Los kilómetros pasaron y llegamos a nuestro destino. Atravesábamos las estrechas calles intentando llegar a la iglesia. Sobre la marcha Ramón baja la ventanilla, aminora la velocidad y le pregunta a un aldeano:
- Si, pero si quieres hacer turismo puedo volver por otro camino. - Responde Ramón.
- No... bueno. Luego, cuando lleguemos ya te diré... -
- ¿A la iglesia? -Ciertamente ya estábamos allí. Según aparcábamos junto a la iglesia el aldeano había llegado a nuestra altura y como un espectro orbitaba alrededor del coche. El escaner de Ramón había vuelto a funcionar.
- Recto hasta la plaza - Le dice -
Aldeano con gorra y gafas de hipermétrope. Sin duda le falta un hervor. Parece que en su vida a visto a tres mujeres juntas dentro de un coche. Tiene buena voluntad pero esconde algo de malicia.Ignorando al aldeano Ramón percibe cómo cierto nerviosismo se apodera del coche.
- Pues esto no me suena - decía la mujer del sombrero mientras Ramón se temía lo peor.Yo hace un rato que habría llamado piensa Ramón... Sus sospechas se confirmaban. Aquel no era el lugar. La toponimia no era tan nimia como parecía. Al menos estábamos dentro del mismo valle.
- Es esta la iglesia en la que hay un concierto esta tarde- Preguntó Ramón diplomáticamente al aldeano.
-Bem! ¿Un concierto...? ¿Aquí..?- Exclama resoplando...
- Cómo no sea en la ermita... pero m'habría enterao !!! -Replica.
- ¿Y el bar de Pili y Manuel? - Pregunta inquisitivamente la mujer con sobrero.
- Va a ser que aquí no es...
- Espera que voy a llamar por teléfono a la alcaldesa- Dice la del sombrero.
La tensión era obvia. Cualquiera en tamaña situación hubiera abandonado en la cuneta a la mujer del sombrero o mejor aún la habrían dejado a merced del aldeano. Nuestra educación lo impedía aunque no era por falta de ganas...
Ramón sabía que llegarían a tiempo.
Et nolite iudicare et non iudicabimini. Lc 6, 37.
El joven Luis ya tiene edad para ir a la obra a ayudar a su padre. Acarrear la ladrillos y amasar mortero son sus funciones. Algún día será albañil. El cementerio se ha quedado pequeño y hay que hacer más nichos para los nuevos inquilinos. Son tiempos de guerra y la población de finados aumenta rápidamente.
Tras la comida el joven Luis tiene la necesidad de echar una siesta. Es verano y hace calor. Así que el lugar más fresco que encuentra para descansar es dentro de los nuevos nichos. Seguro que aquí nadie me molesta, piensa el joven paleta mientras sube por la escalera hasta la quinta fila de nichos...
El cansancio y media bota de vino hacen a Luis dormir plácidamente hasta la oscuridad de la noche. Una ligera resaca lo tiene abotargado. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Se pregunta. Se arrastra hasta la boca del nicho, mira a su alrededor y entre la oscuridad observa que la escalera ya no está.
- Cagüen el copón - Exclama Luis.
- A ver como bajo ahora de aquí. -
Había pasado un rato cuando de repente una melodía silbada alerta a Luis. Parecía el guarda haciendo la ronda. Estaba salvado. -Eh sácame de aquí que quiero bajar - Espetó Luis silenciando el silbido. -¡Que estoy aquí!- Gritaba esperanzado.
Al oír los gritos el guarda había salido despavorido. Sin duda no estaba preparado para estas apariciones.
- ¿Y esos quienes son? - preguntó por tercera vez en una semana. Por tercera vez en una semana le volvimos a explicar que eran un grupo terrorista próximo a Al Qaeda que surgió para hacer frente a la invasión de Irak, y que uno de sus objetivos es la unión de todos los estados musulmanes del mundo.
- Los que quieren conquistar la Aljafería porque dicen que es suya - Replico para ver si con ese pequeño detalle que ya dije en su momento caía en un ignorancia.
- Esto es un montaje - dice seguro de sí - Es un montaje para meternos miedo y que no pensemos en otra cosa; u os creéis que los Estados Unidos iba a permitir algo así - comenta mientras vemos en la tele como un periodista arrodillado con una capucha en la cabeza es apuntado con un arma por un niño-soldado.
Nadie le responde, nadie le contradice. Seguirle la discusión a un gilipollas es como jugar a la lotería. Sabes que no vas a ganar, pero la tentación esta ahí.
Algo iba a pasar. ¿Qué hacíamos allí? Habían llamado a unos cuantos, después a otros y el resto esperábamos impacientes en la mesa.
- Lo más probable es que nos despidan - Dije creando un estado de alarma.
- No creo, lo más probable es que nos den más formación - exclamó M.
Ilusos. Jóvenes imberbes recién salidos al mundo laboral...
Al momento entró V. seguido de su jefe el señor F.
V. era el de H.R. (Aquí son demasiado pijos para llamar a alguien el de personal o de Recursos humanos) y el señor F. no tenía claro su función pero me habían confirmado que se encontraba en la cúpula del organigrama.
V. empezó a hablar mirando al suelo: - Bueno lamento deciros que a los que no os hemos llamado es porque habéis fallado, no cumplís con las expectativas y vamos a rescindir la relación contractual con vosotros - V. seguía hablando con voz temblorosa mientras miraba al suelo, . Obviamente no estaba acostumbrado a despedir a tanta gente de golpe con su jefe detrás.
- Tenéis alguna pregunta - Exclamó cuando por fin levanto la cabeza.
Un segundo de silencio bastó para darme la entrada.
- Tengo la impresión de que aquí el único que ha fallado has sido tú.- Dije mientras observaba la expresión de asombro de su jefe. - Si hubieras hecho bien tu trabajo y hubieses hecho un proceso de selección en condiciones no nos habrías contratado y por ende no tendrías que despedirnos ahora. - Respondí acalorado. En aquél momento estaba on fire y no me podía callar.
- ¿Tocas algún instrumento? - pregunté al sietemesino de V.
- Si. La guitarra - Respondió un poco intimidado.
- Pues bien, imagina que yo te contrato porque sabes tocar la guitarra, pero te pongo a tocar el piano. Y además pretendo que en quince días seas capaz de tocar sonatas de Beethoven. Eso es lo que has hecho con nosotros. -
No había palabras para rebatirme. Sabían que tenía razón y yo sabía que aquello no me llevaría a ninguna parte, pero al menos ahí quedaba la puesta en evidencia ante su jefe de un incompetente más.