Este es un conocido agujero de seguridad de windows pero que puede venirnos bien de vez en cuando. Seguramente alguna vez os habrá saltado el menú de las "sticky keys". Éste se activa manteniendo pulsada la tecla mayúsculas un rato  o pulsándola 5 veces seguidas. Pues bien este menú también lo podeís activar desde la ventana de login cuando os está pidiendo usuario y contraseña. Básicamente lo único que hay que hacer es sustituir el programa que lanzan las "sticky keys" por el "cmd" y tendreís una consola en modo administrador para vosotros. Vamos allá.

Lo primero que necesitamos es tener acceso físico al ordenador para iniciarlo con un sistema operativo que arranque desde CD o USB. Teneis muchas alternativas: Knoppix, Linux Mint, Damn Small Linux, y para los que les den miedo los pingüinos siempre podeis optar por Mini Windows XP.

Un vez arrancado el ordenador desde CD o USB hay que buscar el fichero del sistema real ubicado en:

c:\windows\system32\sethc.exe 
y haceros una copia de seguridad para poderlo restaurar más tarde.
Un vez echa la copia de seguridad os haceis una copia del fichero:
c:\windows\system32\cmd.exe 
y lo renombrais como el anterior.

Ahora ya se puede reiniciar el ordenador de forma habitual, y cuando te pida usuario y contraseña pulsaremos 5 veces la tecla mayúsculas o shift. En este momento debería salir una ventana de terminal en modo administrador. Ya podemos hacer lo que queramos pero para cambiar la contraseña el comando es el siguiente:
>net user tuNombreDeUsuario NuevaContraseña
Si no recuerdas tu nombre de usuario puedes escribir sólamente
>net user
y te aparecerá el menú "windows style" con la lista de usuarios.

Un vez cambiada la contraseña es recomendable volver al dejar los ficheros sethc.exe y cmd.exe como estaban si no quieres tener el agujero ahí.


Cuantas veces has olvidado la contraseña porque tu ordenador se encarga de guardarla y te la mostraba con unos maravillosos puntitos.

Ver lo que hay debajo de esos puntitos es muy sencillo. Con google chrome no hace falta tener nada más instalado. Con mozilla nos hará falta instalar firebug.

Pues bien tan fácil como darle al botón derecho en el campo contraseña y pinchar en el campo "Inspeccionar Elemento".


Una vez pinchas se te abre una ventana en la parte inferior del navegador con el código fuente de la página web.
El la línea que se encuentra sombreada te encuentras lo siguiente:

<input type="password" name="Passwd" id="Passwd">
Tan sencillo como hacer doble click sobre "password" y cambiarlo por "text" y voila. Aparecerá la contraseña que hay debajo de los puntos. A la vista de este sencillo truco podeís ver lo poco recomendable que es permitir al navegador que recuerde tus contraseñas.



Los Nudos

Casarse una soltera recelaba,
temiendo el grave daño que causaba
el fuerte ataque varonil primero
hasta dejar corriente el agujero.
La madre, que su miedo conocía,
si a su hija algún joven la pedía
con el honesto fin del casamiento,
procedía con tiento,
sin quitarle del todo la esperanza,
hasta que en confianza
al galán preguntaba sigilosa
si muy grande o muy chica era su cosa.
Luego que esta cuestión cualquiera oía,
alarde al punto hacía
de que naturaleza
le había dado suficiente pieza.
Quién decía "yo más de cuarta tengo";
quién "yo una tercia larga la prevengo";
y un oficial mostró por cosa rara
un soberbio espigón de media vara.
Tan grandes dimensiones iba viendo
la madre y a los novios despidiendo,
diciéndoles: - Mi niña quiere un hombre
que con tamaños tales no la asombre:
un marido de medios muy escaso;
y así, ustedes no sirven para el caso.
Corrió en breve la fama
del extraño capricho de esta dama,
hasta llegar a un pobretón cadete
que, luego que lo supo, se promete
vivir en adelante más dichoso
llegando con astucia a ser su esposo.
Presentose en la casa
y, lamentando su fortuna escasa,
dijo que hasta en las partes naturales
eran sus medios en pobreza iguales.
Oyendo esta noticia,
la madre le acaricia,
y, como tal pobreza la acomoda,
al cadete en seguida hizo la boda.
Ajustada conforme a su deseo,
en la primera noche de himeneo
se acostó con su novio muy gustosa,
sin temor, la doncella melindrosa;
mas, apenas su amor en ella ensaya,
cuando enseñó el cadete un trastivaya
tan largo, tan rechoncho y desgorrado,
que mil monjas le hubieran codiciado.
La moza, al verlo, a todo trapo llora;
llama a su madre y su favor implora,
la que, en el cuarto entrando
y de su yerno el cucharón mirando,
empezó del engaño a lamentarse
diciendo que le haría descasarse.
Y el cadete, el ataque suspendiendo,
así la habló, su astucia defendiendo:
- Señora suegra, en esto no hay engaño;
yo no le haré a mi novia ningún daño,
porque tengo un remedio
con que el tamaño quede en un buen medio.
Deme un pañuelo; me echaré en la cosa
unos nudos que escurran, y mi esposa,
según que con la punta yo la incite,
pedirá la ración que necesite.
Usté, que por las puntas el pañuelo
tendrá para evitar todo recelo,
los nudos, según pida, irá soltando
y aquello que la guste irá colando.
No pudiendo encontrar mejor partido,
abrazaron las dos el prevenido:
al escabullo encajan el casquete,
y la alta empresa comenzó el cadete.
Así que la mocita
sintió la titilante cosquillita,
a su madre pidió que desatara
un nudo, para que algo más entrara.
Siguieron la función según se pudo,
a cada golpe desatando un nudo,
hasta que al fin, quedando sin pañuelo
el potente ciruelo
dentro ya del ojal a rempujones,
apenas ver dejaba los borlones.
Mas ella, no saciando su apetito,
decía: ¡Madre, quite otro nudito!
A que exclamó la vieja, sofocada:
- ¡Qué nudo ni qué nada!
Ya no queda ni nudo ni pañuelo,
que estás con tu marido pelo a pelo.
- ¡Cómo!, la hija respondió furiosa.
¿Pues qué hizo usté de tan cumplida cosa?
¡Ay, Dios se lo perdone!,
siempre mi madre mi desdicha fragua;
todo lo que en las manos se le pone
al instante lo vuelve sal y agua.
El Jardín de Venus
Félix María Samaniego
 

El Cañamón

Cierta viuda, joven y devota,
cuyo nombre se sabe y no se anota,
padecía de escrúpulos, de suerte
que a veces la ponían a la muerte.
Un día que se hallaba acometida
de este mal que acababa con su vida,
confesarse dispuso,
y dijo al confesor: - Padre, me acuso
de que ayer, porque soy muy guluzmera,
sin acordarme de que viernes era,
quité del pico a un tordo que mantengo,
jugando, un cañamón que le había dado
y me lo comí yo. Por tal pecado
sobresaltada la conciencia tengo
y no hallo a mi dolor consuelo alguno,
al recordar que quebranté el ayuno.
Díjola el padre: - Hija,
no con melindres venga,
ni por vanos escrúpulos se aflija,
cuando tal vez otros pecados tenga.
Entonces, la devota de mi historia,
después de haber revuelto su memoria,
dijo: - Pues es verdad; la otra mañana
me gozó un fraile de tan buena gana
que, en un momento, con las bragas caídas,
once descargas me tiró seguidas
y, porque está algo gordo el pobrecito,
se fatigó un poquito
y se fue con la pena
de no haber completado la docena.
Oyendo semejante desparpajo,
el cura un brinco dio, soltó dos coces,
y salió por la iglesia dando voces
y diciendo: - ¡Carajo!,
¡echarla once y no seguir por gordo
¡Eso sí es cañamón, y no el del tordo!
El Jardin de Venus. 
Felix María Samaniego.

Escatología

Como a Don Quijote con sus libros de caballerías en mi casa también se mantenían algunos libros fuera de mi alcance. "El Diccionario Secreto I"  de Camilo José Cela o como le conocíamos "El diccionario del huevo" (véase la imagen) era el libro prohibido por excelencia. 

Pues bien, entre sus hojas siempre andaba escondida una cuartilla de papel escrita a máquina que me hacía especial gracia.  Tenía un color amarillento y cierto olor a viejo. Rezaba así.

NOSTALGIA
Fui el otro día a cagar,
y cagué un vagón de mierda.
Eso se llama cagar,
y no esos cagones de mierda
que se ponen a cagar
y no cagan una mierda.

¡Cagar! oh placer divino,
que a mi corto parecer
aunque sea el más cochino
y nada tenga de fino,
me sabe al mejor placer.

¡Cagar! sentirla caer
la mierda sobre la taza,
notar como se desplaza
del culo para extender
un perfume que dilata,
con ansias de hacer feliz
de la más grande nariz
hasta la nariz más chata.
Por eso vengo a contar
triste de mí, mal poeta
lo que el humano paleta
nunca se atrevió a pintar.
Por eso venga a ensalzar
y cantar mucho más fuerte
los placeres de cagar
que no se pueden estar
en un silencio de muerte.

Porque aquí el hecho real
es que todo el mundo caga.
Desde el obrero sin paga
al más alto ministral.
Caga el rico, aunque sea
mierda dura o diarrea.
Caga el pobre más piojoso,
y la mierda es igual de fea.
Caga el niño, el anciano,
la niña cursi, la idiota,
el criado, la marmota.
!Caga todo ser humano!
función que a nadie rehusa
que aún el ideal sin par
en el hecho de cagar,
el estomago incluye.

Es una verdad señores
imposible de negar,
no intentemos disfrazar
las cosas simples con flores.
Veamoslas como son
en el terreno imparcial
y contésteme al final
si llevo o no razón.
Imagínate lector
que a mis estrofas honor
hace tu vista pasando.
Imagínate a tu amor,
tu Dulcinea ¡cagando!
Porque...¡Caga! es verdad
y aunque el mundo es tontería
ven tu a la realidad.

Mira como está sentada
como los dientes aprieta
sobre la falda arrugada.
Pasando está sudaderas
hechas de dulzura y miel
en la otra mano un papel
fino o basto... como quiera.

Ahora fíjate no puede
echar ese poco más
de mierda que queda atrás.
Mas se oye un ruido... se pede
se ha tirado un pedo ¡ZAS!
Ya está la mierda lanzada
mira el placer infito
de su cara iluminada
no hizo poco bien ni nada
el tirarse un buen pedito.

Al encontraros los dos,
si tu también has cagado
aunque no lo dices, claro
notarás que ella ha cambiado
y sois ambos muy felices,
lo que viene a demostrar
en este presente
que aunque a si mismo se mienta
el mundo en su trasegar
es el placer de cagar
el que más quiere la gente.

Y en fin para conclusión
que no diga el mundo entero
si no es placer verdadero
trás una buena digestión
cagar con satisfacción
y llenar un buen agujero.