Viaje a ninguna parte. Dia I.

Con cierto nerviosismo baje del tren. Anduve por el andén buscando entre la gente. Esperaba verla en cualquier momento. Mi corazón se aceleraba. De repente noté vibrar el móvil en mi bolsillo, era ella. "No he podido aparcar, sal al aparcamiento que estoy allí" me dijo. Aceleré el paso. Salí. No vi nada. Caminé hacia la salida. De repente oí gritar mi nombre. Me gire. Allí estaba. Eché a correr mientras mis ojos empezaron a hacer un examen preliminar de cómo le habían sentado estos cuatro años.
Había engordado algunos kilos pero seguía espléndida.

Cuando llegué por fin llegué hasta ella nos miramos sin decir nada durante dos segundos. Me quité la mochila, y nos abrazamos. El tiempo pareció pararse. Dos minutos más tarde nos soltamos, nos miramos y sin decir nada todavía, ella abrió el capó del coche y metí la mochila. Al cerrarlo ella me miraba. La volví a mirar y me volvió a abrazar. 

Por fin ella dijo en un alarde de imaginación. "Bueno... ¿Qué tal?" Mi respuesta no se hizo esperar, la había estado ensayando durante cuatro años con distintas mujeres de mi alrededor. "Mucho mejor ahora que estoy contigo". Sonrío y dijo: "No has cambiado nada". 

Una vez dentro del coche empezamos a contarnos un poco nuestras vidas, peripecias y aventuras. En realidad ella hablaba más que yo, pues su vida había estado llena de sobresaltos. 

- Esta noche yo trabajo pero le he dicho a Toño que irás a cenar con él-
- ¿Quién es Toño? - pregunté temiéndome lo peor.
- Mi novio. 
What the fuck!!! Me había cruzado la península ibérica y ahora me dice que tiene novio. Mi cara de tonto debía ser épica. Por lo visto habían estado ya juntos anteriormente y después de varios escarceos amorosos del uno y del otro habían vuelto a reanudar su relación. - Mientras vivan separados no todo está perdido, pensé. Craso error. Vivían juntos, vaya por Dios. De todas formas me había estado preparando psicológicamente para encontrarme aquella situación, así que no supuso más que otro taxi con el cartel de ocupado. Ya pasará alguno libre.

Llegamos a su casa. Abrió la puerta y rápidamente salió del interior un gato. Todo parecía torcerse, ya que mi amor por los animales de compañía nunca fue manifiesto.
Dejé mis cosas y decidimos salir a comer. 

Sin dejarle tomar iniciativa decidí rápidamente ir a tapear. Es decir, pedir raciones de marisco regadas con vino del lugar. Ya que me había cruzado el país entero para ver a un chica con novio al menos comería lo que me apeteciera. Y así fue. 

Aquella tarde la dedicamos a dar paseos en barco de un lado al otro de la ría. E hicimos la reserva el camping de las islas donde nos conocimos, Las Cíes. A pesar de todo fueron unas horas bastante intensas. La barandilla de aquellos barcos era un lugar ideal para sincerarse. 

Por la noche ella trabaja, así que me dejó al cuidado de su novio como había previsto. Las presentaciones fueron escuetas. No sé que podría haber visto ella en semejante piltrafilla. Así es el amor... Pero bueno me hice fuerte y decidí aguantar al fulano con la mayor simpatía que me fuera posible, de todas formas el que estaba de intruso en su casa era yo. 

Me llevó a cenar a un asador que tenía buena pinta. Al menos el fulano no tenía mal gusto. Yo no me pensaba privar de nada, así que me pedí un buen chuletón, mientras él encargaba a la camarera una pizza calzone... Mis sospechas de que era un gili se seguían confirmando. La conversación durante la cena fue de lo más variada. Economía, universidad, situación sociopólitica del país y de las comunidades, Fraga y otros dinosaurios, las ingles, importancia de las ingles, las ingles en la historia...

Yo estaba cansado del viaje así que nos fuimos pronto a dormir. Cada uno en su cama.

Haiku

Una pareja de la Guardia Civil:
un gitano y un negro. 
Otoño en Cadrete.

Ducha fría

Que mente preclara habría tenido la idea de cortar el agua en el momento más jabonoso de la ducha matinal de Ramón.  Poco a poco el gran chorro con el que le gusta exfoliarse se iba convirtiendo en un fino hilo de agua. En un ridículo intento Ramón intenta aclarase. Tan solo consigue sacar más espuma. 

- En la nevera tengo unas botellas de agua - piensa Ramón mientras sale de la ducha chorreando agua y jabón. - Esto no será muy distinto a aquel campo de trabajo en Estrasburgo dónde usábamos una regadera para ducharnos... -

Joder que fría.  Recristo!!! ¿Quién me mandaría bajar el termostato de la nevera?

Fuente: http://www.joaquingonzalezdorao.com