Continuamos para bingo

Después de 31 días de trabajo sin descanso alguno por fin tuve cuatro días para disfrutar. Aún estaba saliendo del curro que ya estaba quedando con mis amigos para tomar un dueto cervecil. Excepto el señor devortikanievo y yo todos trabajaban al día siguiente así que aquel y yo decidimos exprimir un poco más la noche de un miércoles de agosto.

Tras una frugal cena con tintes teutónicos pasamos por la puerta de un bingo. ¿No hay huevos o qué? exclamó mi amigo... La cervezuela de la cena cumplió con la función desinhibidora que necesitabamos para entrar a un bingo. Los dos eramos vírgenes en lo a que bingos se refiere así que andábamos un poco perdidos.

Nada más entrar tuvimos que presentar nuestros DNIs caducados. Después de confirmar que no eramos ludópatas registrados nos dejaron entrar. La sala estaba prácticamente vacía. 50 personas como mucho. No tuvimos problemas para sentarnos en una mesa. Rápidamente se nos acerco un muchacho con claros signos de homosexual a vendernos cartones. Debido a que era nuestra primera vez solo nos atrevimos con un cartón para los dos. Durante cuatro cartones no conseguimos cantar ni una sola linea, a pesar de haber estado un par de veces a tiro de uno para bingo. Con el quinto cartón Fortuna giró a nuestro favor.

Nos sentíamos como Pajares y Esteso en "Los Bingueros" sólo nos faltaba un número para cantar bingo. Un 66 y seríamos un poco menos pobres. Por fin salió. De forma estentórea gritamos a coro "BINGO". Acto seguido nuestro amigo el homosexual se acerco para comprobar el cartón. Se lo había llevado pero no nos dio nuestra recompensa. Más tarde comprendimos que nos lo traería más tarde. "Enhorabuena chicos..." nos dijo cuando nos trajo en bandeja de plata nuestro premio.

Decidimos seguir jugando hasta agotar el bote inicial para luego marchar con los beneficios. En aquel momento Fortuna dejó de girar. Nuestro amigo homosexual fue reemplazado por un sosaina al que no le gustaba su trabajo o al menos eso parecía con su cara de amargado. Y además se sentó en la mesa de al lado un tipo calvo al que calificamos como gafe.

Los siguientes cartones prácticamente acababan inmaculados. Cuando el bote terminó repartimos los beneficios y nos fuimos a recenar en vaso.

Bujarras

La obra en la que yo trabajo es como un pueblo. Allí todos nos conocemos. Y como en los pueblos exiten las envidias y chismorreos. Uno de los chismorreos más jugosos de los que circulan hace referencia a la condición sexual de una de las cabezas responsables de toda la obra. Por llamarlo de alguna de manera le llamaremos "Rompetechos", ya que su condición física es bastante similar a la de este cómico personaje. Metro sesenta y cinco, calvo y acostumbra a llevar en verano un gorro tipo ozores a juego con unas gafas de sol tipo "paellera" de estas que llaman modernas.

Pues bien. El caso es que estaba yo dentro de mi furgoneta hablando con un maquinista cuando se acerco él. Su forma de entrar en la conversación fue la siguiente: Al mismo tiempo que palpaba el bíceps de mi brazo apoyado en la ventanilla de la furgoneta dijo: "Vaya Pequeño Buda menudo brazo tan fuerte que tienes de darle al mallo". Sinceramente me quede sin palabras. Mi masculinidad estaba siendo atacada de frente.

Desde este instante el rumor sobre la condición bujarra de "Rompetechos" se vio incrementada de manera notable.

[...]

Pero mis historias con personas de dudosa condición en la obra no terminan aquí. Ayer, cuando entre al bar para rehidratarme un poco me encontré con un peón. Un tipo italiano del que ignoro su nombre. Normalmente entiendo un poco todo lo que me dice, pero ayer iba un poco achispado y no conseguí entenderle mucho. Tan solo que estaba hasta los huevos de los "Putos vagos portugueses" y que se volvía para Italia. Lo que me sorprendió fueron sus gestos y acciones. La manera que tuvo de saludarme fue agarrarme por la cintura y apretar mis moyas posteriores. Esto ya me pareció sospechoso pero lo que más me sorprendió fue cuando se despidió déndome dos besos. Flipé.

No sé si los italianos tienen estas costumbres. Siendo así soy un inculto, sino es que era maricón.

Tercer Mandamiento

Memento, ut diem sabbati sanctifices.
Sex diebus operaberis et facies omnia opera tua;
septimus autem dies sabbatum Domino Deo tuo est; non facies omne opus tu et filius tuus et filia tua, servus tuus et ancilla tua, iumentum tuum et advena, qui est intra portas tuas (Ex 20, 8-10).


Con esta es la cuarta semana que trabajo sin descanso alguno. Ni un sólo día de recuperación. Mi cuerpo y mi mente están bajo mínimos, a ralentí. Cuanto más abarco más me piden. Han conseguido agotarme y encima parece que la culpa sea mia. Seguramente si. Me cuesta decir que no. Aparte de todo sería complicado que alguno de mis compañeros me sustituyera al 100%. Para ello necestaría un mes en explicarselo todo, y no creo que me quede ni un mes en la obra.

Toda mi depresión llega cuando uno, que tiene unas expectavivas de guardar fiesta el día de la virgen de agosto, le dicen la vispera que tiene que trabajar. Ya no respetan ni el tercer mandamiento. Malditos herejes bastardos.

Y todo porque un tren pase un día señalado. ¡¡¡Cómo si fuera el primer tren que llega tarde!!!

Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para el Señor, tu Dios. No harás ningún trabajo (Ex 20, 8-10).