Haz lo que quieras

Como el rosario de la aurora. Así parecía acabar aquella noche para ti.
--Tú, haz lo que quieras-- te decía ella con una única lectura. (Léase: Como te vayas con tus amigotes y sigas de juerga, prepárate a dormir en el sofá dos o tres meses).
Tu nublado entendimiento te llevaba a insistir en tu pregunta. Craso error. Ahora la bronca era un hecho.
Ajeno a los exabruptos, daba vueltas a un árbol esperando un momento de calma en el que pudiera salir de aquella tierra de nadie en la que me hallaba. Nunca me gustó estar en medio. La marejada había cesado pero la mar todavía estaba picada. Busque un buen banco en el que aguantar las olas. Aún así me salpicaron.
Sabiamente (y ebriamente) os retirasteis. Sólo quedamos tres naufragos de la noche sin puerto dónde atracar. Era domingo y todos los faros estaban apagados. Alguna farola lucía ténuemente y nos dio cobijo. La farola era incomoda y ruidosa pero nos intentaba tratar dignamente.

"El que diga que la vida es otra cosa es que no la ha vivido"
Naufrago de la noche antes de la retirada

El amigo de bafomet.

La luz brillaba por su ausencia. La raza negra predominaba entre los presentes. Música ensordecedora retumbaba dentro de mi. El amargo olor a cerveza inundaba mi pituitaria.

Ya lo había visto hacía un rato. Lo había ignorado. Esta vez no pude. Frente a frente. En un gesto fraternal arqueé las cejas mostrándole mi incomodidad ante tal aglomeración humana. Su aspecto era más bien inquietante. Cabeza rapada, perilla, tirantes. Todo hacía apuntar hacia su diestra. Un segundo después de que nuestras miradas se cruzaran alzó su puño y me lo mostró para que lo chocara. No dude. Sus nudillos estaban agrietados. Probablemente de la última paliza que había dado. Chocábamos nuestros puños. En ese instante alcé mi cerveza en señal de camaradería. Él alzó la suya. Quizá ya eramos amigos. No lo volví a ver en toda la noche.

Salí del bar. Era tarde pero todavía quedaban unas horas para el orto. Estaba cansado.


Tambores de Guerra

La noche es cerrada. No hay luna y el cielo está cubierto de nubes. Chispea. Las luces de carretera apuntan al infinto. La linea discontinua se pierde en el horizonte. Allí es dónde apuntan mi ojos. Mi mente esta en otro lugar. Ian Paice marca el ritmo. Frenético. Seis minutos de tambores tribales hacer hervir mis pensamientos. La linea que divide por la mitad las zonas intertropicales es la que me concome.

Buñuel no podría haber imaginado el surrealismo que en mi colmena acontece. Peones que desafían al Rey. Lo quieren poner en jaque. Ilusos. ¿Acaso pensais ganar la guerra? Otrora pudisteis causar alguna baja en cierta batalla. Ahora mi ejercito está preparado. Ahora no sólo sereis vencidos también os derrotaremos. Os someteremos y tendreís que acatar nuestras órdenes con el respaldo del Rey.


La dama y la Virgen del Rocío.

El verano había sido caluroso pero aquella noche hacía falta abrigarse. Salimos los tres del bar. El cierzo nos estremece. Ella espetó.
- Uf... tengo ciertas tensiones que debo aliviar.
- Pues nada, entras de nuevo al bar, que nosotros te esperamos aquí. - Respondo.
- Pa'que voy a entrar otra vez. El frondoso follaje de aquellas adelfas es todo lo que necesito para aliviarme.

Epatado por la sencillez y vulgaridad de sus palabras observo atónito, la que hasta el momento me había parecido un poco pija, como diligentemente se dirige a las adelfas, se desabrocha el botón de sus pantalones y lanzando entrambas posaderas al aire se dispone a hacer lo que otra no pudiera hacer por ella.

A pesar de haber educadamente apartado la vista, y que las adelfas no eran lo suficientemente frondosas, me fue inevitable el ver aquellas bragas color carne. Cualquier picaresca intención que pudiera albergar dentro de mi de mirarle el culo a aquella dama había sido anulado. Dicho color es para mi el más antierótico que la ropa interior conoce.

-Podéis pasarme un pañuelo de papel. Bueno mejor traerme el bolso entero. - Dijo con cierto apuro.
-Que pasa ahora las adelfas no son lo suficientemente suaves para ti. - dije en tono burlón.

El frío nos hacía superar la embriaguez de nuestros cuerpos y mentes con mayor rapidez de lo habitual. Buscábamos un taxi. Queríamos ahorrarnos media hora de paseo bajo aquella gélida temperatura. Caminábamos mirando hacia atrás. Atentos. Buscando un coche con una luz verde en el techo. Sin previo aviso un chiflido, más propio de un camionero que de una dama, me deja sordo. Al instante un taxi para delante de nosotros. Ella se sienta delante.

Le indicamos nuestro destino al taxista. Ella empieza a sacar brochas y pinturas de su bolso sin fondo. Baja el espejo de la visera del taxi y se empieza a decorar el rostro. Todavía no se había dado la primera pincelada cuando el taxista comentó:
- Si necesitas más luz... enciendo ésta. - Un foco para alumbrar un campo de fútbol iluminó su rostro.
El taxista no sabía que aquel gesto para ganarse el agradecimiento de la dama le iba a suponer un completo "vía crucis" hasta que nos apeáramos.

Estación Segunda: "La dama empieza a cambiar el díal de la Radio."
Mi educación en colegio de pago y los cánones de las buenas costumbres me habían enseñado que aquello era una herejía. Pero allí estaba ella. Tocándole los botones de la radio para quitarle la COPE y sintonizar la Máxima FM. Chunta, Chunta.

Estación Tercera: "La dama rebusca entre los discos del taxista."
- Dios mío. ¿cómo te puede gustar la Pantoja?. - Sin respeto alguno por aquel desconocido había decidido tutearle y de paso criticar sus gustos. El taxista lejos de amedrentarse dijo:
- Doña Isabel es la más grande.-
- Que ha parido España. - Dije yo concluyendo su frase.
- Mira a ver si tiene la de "virgen del rocío" en el disco y la pones. - Continué diciendo
- Como escarpias se me ponen los pelos cada vez que la escucho. - Replicó el taxista.

Por suerte o por desgracia nuestro trayecto se había acabado. Bajamos del taxi y seguimos la fiesta.


The happiness is a warm gun

Semanas de sequía literaria han inundado mi ser. Quizá sea un bloqueo de escritor. Quizá sea que perdí mi musa. El pasar de los días incrementa mi quemazón interior. Mi sangre hierve por momentos. Busco enfriarla en amigos y colegas que comprendan mi posición. Sólo obtengo palmaditas en la espalda. Tengo que actuar. Es perentorio un cambio en mi postura, en mi forma de pensar. El papel de malo no me pega. Debo encontrar otro modus operandi. Probablemente la psicología de Benjamin Linus me ayude. Qué parezca que se les ha ocurrido a ellos. Eso es. Tendré que mejorar. Merecerá la pena.

Alguno parece haber olvidado aquellos días en los que se sacrificaban peones para salvar al rey. Se creen en un statu quo intocable. Se piensan imprescindibles por se únicos. Nadie es imprescindible. El rey tiene la mano suelta y no duda en sacarla a pasear cuando se le pone una mosca en el morro. Debes comprender que aquellos trabajos de esclavo de los que te librabas otrora ahora también son tu tarea. El camino de la puerta es amplio y luminoso. Fuera aguardan ávidos de empleo millares de potenciales hormigas dispuestas a hacer encantadas esos trabajos que a ti te parecen dignos de simios.

Si no te he mandado alguna tarea ¿Por qué has asumido que la tenías que hacer tú?. No abuses de ciertos privilegios y contraseñas secretas. Te voy a cerrar todas las puertas. Estás paseando por el borde del precipicio. Debes de tener cuidado, los días de tormenta se acercan y es posible que resbales. Donde dije digo, digo Diego. Esto ya no es una colmena donde hay obreros y zánganos.

Las minas a tu alrededor son demasiadas. Tarde o temprano pisarás una.




Desolación - Insolación

El café de la mañana prometía. El último encierro de San Fermines acaparaba la atención de los tertulianos de la tasca.
-- Un toro siempre correrá más que una persona... ya que el toro tiene cuatro patas y el hombre solo dos. -- Apuntaba uno sin mucha gracia.
-- La única forma de correr más que un toro es cuesta abajo.-- Le espetaba su amigo.
-- Ya está él del chiste de las ocho cinco-- Gritaba otro con una faria a medio consumir.

La tertulia taurina no evolucionaría más. Pagué mi café y seguí camino.

[...]

El astro rey se ha esmerado. El sudor de mis parpados se metía dentro de los ojos. Era como abrir los ojos cuando buceas en el mar. Las secreciones de mis poros dibujaban unas marcas con forma de cara sonriente sobre mi camiseta. Empapado. Sólo quería terminar. A pesar de las innumerables complicaciones el trabajo estaba saliendo bien. Estábamos produciendo. Sólo quería terminar.

Tantas horas bajo el sol me han conducido a un estado catatónico. El estupor mental me hacía alucinar. Estaba viendo personas que sabía que no podían estar allí. Tenía visiones. Para mi eran reales. No me las podía creer. Llamo por teléfono a mi visión. Confirmo que mis ojos me engañan. Muchas horas bajo el sol. Mañana más y parece que peor.

Consciente de mi lamentable estado mi visión me ha invitado a un par de jarras de cerveza. Nectar de Dioses.

Reconocimiento Médico.

Probablemente el galeno me diga que estoy como un tafugo. Nada nuevo. Quizá alguna arroba más. Lo mismo le hago caso y me pongo a dieta. De momento el sábado ya tengo programado un chuletón. De todas los chuletones no tiene grasa son todo proteínas.

También me dirá que he perdido vista en el ojo derecho. Lo mismo me hace ir al oculista. Espero leer primero con el izquierdo y poder memorizarlas. Los vagos no se molestan en cambiarlas.

Lo mejor de todo es cuando me preguntará si bebo. Está vez ya no diré que algún fin de semana. Le diré que un sol y sombra para desayunar con dos aspirinas. Luego me preguntará sobre las fuentes radiactivas con las que comparto mi existencia y si mi dosímetro es de termoluminiscencia.

A parte del tafugo me dirá que estoy como un Mihura. Después de ponerle las banderillas apostillaré.

Luego llegarán los resultados de los análisis. Esos serán harina de otro costal. El ácido úrico rozará limites insospechados mientras que el colesterol y lo demás estará en niveles normales.

Todos años lo mismo.


El que sabe. No habla

Contrasentidos inundan mi ser. Ambientes diferentes me rodean. Por un lado me señalan con el dedo. Por otro buscan en mí un gesto de aprobación. Aprendiz y Maestro. No saben distinguirlos. Yo si. Me divierte ver como se ponen en evidencia. Parece que todo lo saben. De todo entienden. De todo hablan. Nunca tienen razón.

Estiaje Mental

Allí estaba delante de todos. Nadie podía verlo. Sólo yo. Nadie más comprendía mi estado. Lo esencial era invisible para sus ojos. El fluir de mi sangre crepitaba en mi cabeza. Yo era consciente de la situación. Aparentemente yo era el culpable. Todas las sospechas apuntaban hacia mi. En otro momento me hubiera afectado, pero ahora estaba seguro de mi inocencia. Había desarrollado una circunspección ante estas situaciones que hacía empezar a dudar a quién me acusaba. Deberíais empezar a miraros el ombligo. Igual así vislumbrais el principio de vuestra ignorancia.

Hablaba quedamente y seguro de mi. Nadie se daba por aludido. Analicé las escapatorias. No eran muchas. Sólo encontraba dos: Acusar al más débil o bajarme los pantalones y admitir mi culpa. Ninguna me convencía. Me estaban juzgando sin abogado. Sobre mi caería la pena máxima.

Al menos aquella noche dormí del tirón.


Sólo puede quedar uno.

La llanura estaba desierta. No había horizonte. Hacía mucho que el enemigo había marchado. Vivíamos felices hasta que un nuevo depredador, mucho más fiero que el anterior empezó a darse a entender por los alrededores.

Sequías y hambrunas rodeaban nuestro entorno y cada día nos iban acorralando más estrechamente. La amenaza era un hecho.

Hoy hemos dado el primer paso para combatirla. Ha sido duro. La muerte es dura, pero había que sacrificar peones para salvar a rey. De momento tendremos comida para unos días. Después... el tiempo hablará.

Entre mis labios paladeo el sabor agridulce de una victoria pírrica. Mi conciencia está tranquila. Las cigarras estaban sobre aviso. Hoy las hormigas trabajan con más tesón pero aún queda alguna cigarra con disfraz de hormiga... el tiempo hablará.