Su madre entró en la estancia. Una mezcla de sudor y alcohol inundaba la habitación. Allí estaba su hijo. Tirado en el suelo. Con la goma todavía en el brazo, la aguja colgando y un charco de babas en el suelo. Con ojos tiernos ella exclamó ¡Míralo, tiene la misma cara que su abuelo cuando se quedaba dormido en el sofá!
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