La señora Consuelo

 Consuelo es la vecina de debajo de casa de los padres de Ramón. Típica vecina metomentodo que de todo sabe, de todo opina, de todo protesta y de todo critica. Hará unos meses que su marido había fallecido. Nunca supe cómo se llamaba aquel tipo. Era un hombre apocado que vivía a la sombra de su impertinente mujer. 

Esta mañana, en la carnicería, "La Consuelo" se ha acercado a la madre de Ramón y le ha confesado con cierta congoja y angustia que por las noches cuando el silencio se apodera de su casa puede oír un resuello. "Mi marido sigue ahí" espetaba entre sollozos...  

Quitándole hierro a la psicofonía le ha respondido:
    - Bah, no te preocupes, con la cantidad de gente que se ha muerto en el portal el último año... puede que sea cualquier otro vecino.



El libro de sociales

Intentaba ocultar su completa incompetencia con suma altivez. Entraba en clase enfundada en sus pantalones de cuero y se sentaba en su mesa. La mesa del profesor. Esperaba a que nos calláramos y entonces le pedía el libro de texto a alguno de la primera fila.  El ritual se repetía todos los días que había clase de historia. 


Su didáctica era propia de una profesora sin experiencia y obviamente sin motivación alguna. Una vez que tenía un libro en su poder nos lo hacía leer por turnos y cada dos párrafos nos hacía parar para que ella repitiera la última linea. Seguramente aquello le hacía parecer que sabía explicar la lección.

Aquella mañana Ramón había hablado con Miguel, su compañero de primera fila. Habían pactado que cuando les pidiera el libro se hicieran los locos. Entró en clase diligente, su paso lo marcaban los tacones y una falda de tubo por encima de la rodilla. Una ropa totalmente apropiada para dar clase en un aula llena de hormonas adolescentes. 

-Me dejáis un libro...?- Espetó mirando hacia Miguel y Ramón. Estos se miraron, bajaron la vista para mirar sus libros y al unisono negaron con gesto de sus cabezas.

Sin duda aquel desplante por adolescentes de 14 años le supo a cuerno quemado y nuestra hazaña no tardó en llegar a oídos del tutor. Tras una tensa sesión de tutoría doña M.J.A, más conocida por "la vietnamita", cargó con su propio libro de sociales hasta final de curso.


Reencuentro

- Vamos a hablar  de cosas serias - dijo el padre Juan mientras se sentaba a la mesa.
Un gesto de incomodidad se apoderó de Panco y de Ramón,
- ¿Cuándo hacemos una cena? - apostilló el presbítero.
Panco y Ramón respiraron aliviados, por suerte el juicio final se había pospuesto.

Detalles

Algo le decía a Ramón que no estaban siendo sincero con él. Pero... ¿por qué se lo ocultaban? Sin duda era un secreto pero Ramón lo había deducido sin que nadie se lo contara. Lo importante son los detalles. La observación y el método científico eran su mejor aliado. Ahora solo tenía que esperar a que la bomba detonase. La mecha es larga y en algunos sitios está mojada pero el fuego es paciente y tarde o temprano la llama quemará.

A veces la incertidumbre le superaba, pero la duda siempre retornaba. ¿Por qué no hacer caso a su intuición? En multitud de ocasiones había anticipado situaciones parecidas. 

Todo le hace pensar que las "apariencias" están durando demasiado tiempo. Ninguna de las partes se atreven a dar el paso. Es complicado. A pesar de algunas fachadas el miedo y el "¿qué dirán?" pesan demasiado.

Probablemente el tiempo nunca dé la razón a Ramón. Pero la verdad siempre estará ahí. 

El cisma había sido proclamado sin nosotros intentarlo. Aquella disculpa tardía y a destiempo fue el desencadenante. Soberbia, egoísmo, amistad interesada fueron sus premisas. Los primeros años cegados por la juventud y por una educación ochentera, donde los mayores siempre tenían razón, fueron tolerados no sin ciertas tensiones. 

Como si de una epifanía se tratara la luna llena nos abrió los ojos contra aquel endiosamiento sin par. Urdimos el primer ataque al sistema establecido y nos gustó. Quizá el resultado no tuvo la repercusión esperada pero para nosotros había sido una victoria.

No tardamos en empezar a reclutar rebeldes a nuestra causa, mientras continuábamos acatando ciertas directivas de su dictadura. 

Cada vez más osados intentábamos cambiar el sistema desde dentro. Nuestros intentos, casi siempre vanos, eran descartados por su despotismo.

Su autocracia tenía los días contados. Habíamos encontrado el arma secreta. Nosotros. El escuadrón rebelde era su mejor, y prácticamente única, carta de presentación. Aquellos soldados habían superado al general y ya no necesitaban a aquel tirano. 

Grandes ovaciones los aclamaban tras los desfiles. Sabían que aquello le hacía hervir la sangre al opresor, aún así los necesitaba para darle la gloria que tanto se creía tener.

Jamás había agradecido sentida y personalmente aquella dignificación de su imperio a sus soldados, lo cual le hacía más vil y despreciable.

Tras el último desfile hemos desertado. Ahora nos buscan. Algunos nos dicen que para obtener su perdón. Pero todos sabemos que si nos cogen seremos fusilados en la plaza mayor cuando el sol se encuentre en su cenit.

Piano Bar - (Versión de Ramón)

Sin duda todo lo que había aprendido durante tantos años quedaba escaso. Cada dos compases el ritmo cambiaba de estructura.  Personalmente hubiera sido incapaz de seguirlo sin cruzarse, pero ellos no. Tenían el "culo pelao" de tocar. Sabían lo que hacían. O quizás no, el groove era parte intrínseca de su ser. Las polirritmias y amalgamas se mezclaban sin esfuerzo. Ramón los observaba como si fueran Dioses.


La cercanía de los músicos o el ambiente relajado de la velada animó a una señora con afán de protagonismo a hacerse notar. Saltó al escenario y empezó a cantar. Los músicos la seguían sin problemas a pesar de alguna entrada precipitada y algún compás cojo. Aunque no desafinaba demasiado su voz no era agradable, Ramón la encajaba en el grupo de gallinas. -Por favor que vuelva a su sitio- Pensaba Ramón. Por suerte o por falta de repertorio la señora clueca volvió a su asiento tras haber cortado el flow de la noche.

Un repertorio de lo más variado amenizaba la noche. Entre canción y canción Domingo, el pianista,  se levantaba, echaba un sorbo de su jarra de cerveza, comentaba algo con las pepas de la mesa de al lado, y volvía a su estrecha banqueta.  


En ocasiones, como buitre que acecha a la oveja moribunda, un postulante elegante le usurpaba el piano a Domingo.  El muchacho no lo hacía mal pero todavía le faltaban tablas. Tenía tendencia a entrar en bucles de los que sólo el batería sabía sacarlo con maestría. 

Por el escenario también desfilo el que debía ser una constante en la noche del lugar. Un joven con aspiraciones a crooner. Con temas de Sinatra y Elvis encandilaba a las señoras del público entre las cuales era probable que estuviera su madre.

Sin duda aquel lugar estaba poblado por parroquianos habituales.  De pronto se abrió la puerta, el frío cierzo entró primero anunciando su llegada, el escaner de Ramón lo bautizó presto como "Briatore de Garrafón". Cuando ya le había puesto mote llegó la confirmación del mismo. Tras él apareció una mujer unos 30 años más joven, de raza negra, con un peinado a base de trenzas sujetas con un pañuelo y gafas de intelectual.  Caminando hacia dentro las miradas avanzaban a su paso, sobre todo la de otro personaje que se había acodado en la barra. Un individuo singular: botas de motero, melena canosa recogida en una coleta y gafas sol. A Ramón no le parecía trigo limpio.



Georgina se acercó a Julia y le preguntó: -¿me has llamado?- Con indiferencia mezclada con desprecio Julia le dijo que no. Seca, tajante, sin ambages. 

Julia era incapaz de mirarla a la cara. Su lenguaje corporal parecía indicar que no le aguantaba. Algún roce entre entre colegas de trabajo las había llevado a aquella situación de "te tolero pero mejor no me hables". 

Ramón observaba la escena mientras descargaba su carro de la compra en la cinta transportadora de la caja registradora del mercadona, o mercamonas como acostumbraba a llamarlo. 

De repente se oye un estruendo en el pasillo de los detergentes. 
-Pilar puedes ir al pasillo 2- Grita Julia para que Pilar le oyera desde el cuarto de la limpieza. Una señora la había liado con los botes de suavizante y el detergente y ahora el pasillo 2 parecía una piscina de "Mimosín". Pilar había hecho oídos sordos a la llamada. 

Ramón no es políticamente correcto, simplemente es realista y pensaba que Pilar estaba gorda, muy gorda, completamente obesa y comprendía que con su peso y nula forma física era normal que no le apeteciera ponerse a limpiar aquel chabisque. 

Parecía que Julia ya había cumplido con su obligación de pasarle la bola a otro, ciertamente tampoco podía desatender la caja para ponerse a limpiar. Entre dientes murmuró -¡Hala! a ver si la gorda mueve el culo-. 

Ramón ya había visto otras veces cómo Pilar (la gorda) se paseaba por el supermercado montada en su fregadora industrial. Los compradores tenían que apartarse de su camino con rapidez si no querían ser arrollados. Aquella mujer en su fregadora por los pasillos de la tienda eran como un trailer sin frenos por Despeñaperros.

A Ramón le gusta leer los letreritos con el nombre que las cajeras del supermercado llevan colgado en el pecho. Se pregunta si serán sus nombres de reales o si serán sus nombres artísticos. Por lo general todas las cajeras tienen cara de llamarse lo que pone en su cartel. Cómo si de psicópata se tratara o cómo si sufriera un trastorno obsesivo compulsivo Ramón intenta memorizar los nombres de todas con el fin de recordarlos en sus próximas visitas al supermercado. 




Amenaza de sonda.

Allí estaba otra vez. Aparcado en una batería de camillas retorciéndome de dolor y con drogas en vena. El perfil estándar del paciente de urgencias de un domingo a las cinco de la madrugada era el de joven ebrio. A mi diestra había uno. Las camillas estaban tan juntas que no hubiera tenido problema en darle una colleja si hubiera estirado el brazo. 

Una enfermera se acerco a la camilla del muchacho junto a mi y dirigiéndose a sus padres les dijo.
- Si no orina vamos a tener que sondarle -
En ese momento comenzó una dialéctica padre - hijo botijas que me distrajo del dolor durante unos minutos:

- Josemari tienes que hacer pis - Le increpó su padre. 
- No ves que tengo ganas ya de pirarme, ¡Pesao! ¡Qué gachó! - Dijo el hijo dándose media vuelta en la camilla de espaldas a su padre
- Bueno pues haces un pis y ya. Y hazme caso alguna vez -
- Me quiero pirar ya a casa, sino me voy a quitar esto y a tomar viento - Haciendo referencia a la via que llevaba en el brazo.
- Eso te lo van a quitar ahora -
- Que me dá igual... sino me lo voy a quitar yo -
- Coges, vas al baño, levantas el grifo, haces un pis y ya está. Y nos vamos a casa - 
- No, es que...
- Mira que es fácil... eh!
- ¡Pesao!...
- Pero porque no haces caso -
- No te voy a hacer caso -
- Hazme caso...! - Insistió su padre 
- ¡Qué pesao eh! -
- ¿Qué te piensas tú? Que ya son las ocho de la mañana y ya llevo yo 24 horas levantado
- ¡Pues quítate de aquí y vete! - Interrumpió su hijo.
- No me dá la gana, porque tu lo digas ¿o qué?... lo tienes claro.

Tras unos segundos de silencio replicó desde la camilla.

- Cuanto más digas, más rato estaré, si a mi me dá igual.
- ¿Aquí estarás...? Pues te harán lo que te tengan que hacer...
- Si. - Respondió con desprecio.
- ¡Toma no! Aquí vas a estar durmiendo, lo tienes claro tú.
- Pero... ¡déjame en paz! -
- !No me dá la gana ! -
- Bueno pues no mearé -
- Si... te voy a dejar en paz!, Aquí a ver como duermes ¿o qué? - Respondió con ironía su padre.
- Bueno... -
- Lo tienes claro -
- Pues tienes tres oportunidades... - Balbuceó el botijas del hijo
- El que lo tiene clarito eres tú... - Dijo su padre terminando en un profundo bostezo.
- Yo ya te lo digo, sino me soltaré esta mierda -
- Ahora te lo van a quitar... haces un pis y nos vamos. -
- ¡Qué pesao, que no voy a mear! ¡Que lo he meao todo y no tengo que soltar nada! 
- Vas al baño levantas el grifo y ya está... - 
- Que noooo, pesao! -
- Pero ¿porque no? si levantas el grifo y hace pstssssssss.
- ¡Que te calles ya! - 
- ¡No me da la gana! -
- Pues sino me vuelvo con todos mi colegas y ya -
- Si mira, carretera y manta que dicen en mi pueblo -
- Pues bien. - Resoplo mientras se echaba la sábana por encima de la cabeza.
- Así de claro, asi de clarito chaval!... Has oido? Yo que tú mearía.
- Bueno pues no lo voy a hacer. Me quiero ir a casa y ya...
- Tendrás que hacer un pis, te quitarán los goteros y te podrás ir a casa -
- Que no voy a mear, ¡Pesao!
- Sino te van meter la sonda y vas a ver. -
- Que me metan la sonda y me voy pa'casa... -
- Si te meten la sonda no vas a salir - Amenazaba su padre. - Josemari las cosas no son así como piensas....
- Bueno pues-
- Ni bueno ni barato, y despierta ya que ya es hora. -
- Pues dejame en paz. Que me quiten esto y me piro a casa. Que me quiten esto que ya ha pasado más rato que rato. -
- Ahora te lo quitarán y nos iremos a casa -
- ¡Que pesao! ¡Tocahuevos! No te lo digo que yo no quiero estar aquí... -
- Te piensas que yo si, yo que tu me espabilaría, echaría un pis y a casa - 
- He perdido mucho fluido y no tengo ganas ni de mear, ni de na... no lo entiendes pesao, que es que eres un pesao, ahora por mis huevos aunque quiera mear no voy a ir a mear y ya me pueden estar aquí 48 horas, 64 u 84, que no voy mear -
- Si no aguantas tanto en la cama - Dijo con sorna su padre.
- ¿Que no? Pruébame. Osea que me quiten esto o me piro -
- Eso te lo quitan ahora -
- Que me dá igual estar 84 horas o quitarme esto yo -

De repente llegó la enfermera de antes y dijo:
- ¿Ha hecho pis? - Mirando hacia su padre mientras este negaba con la cabeza.
- Pues hala vamos dentro que le vamos a sondar -

La siguiente vez que vi a Josemari salía del hospital por su propio pie, cabizbajo y con signos de torpeza mental y motora. Dos pasos por detrás iban sus padres con cara de 'ya verás cuando lleguemos a casa'.


A media tarde

 - Buenas tardes mi nombre es Antonia y le llamamos del servicio de calidad de Jazztel, ¿Sería tan amable de atendernos unos minutos?
- Hombre cuanto tiempo sin hablar con ustedes, ya les echaba de menos...
(Silencio valorativo)... Detecto cierta ironía en sus palabras.
- ¿Sólo cierta? He intentado que fuera una notable y completa ironía. De todas formas vamos al grano. Quiere que le dé mi dirección para saber qué servicios de fibra óptica pueden ofrecerme. ¿verdad?
- Veo que conoce nuestro procedimiento, no le molestaré más.
- Muchas gracias y buenas tardes Antonia.

Los bolos

El pequeño Ramón no entendía porqué estaba allí. Se lo habían vendido como una fiesta sin par pero aquello le parecía un autentico coñazo. Estaba en una parcela bajo un puente de la autopista. Llena de gente desconocida que hablaban una lengua distinta. Que clase de raza superior era aquella que habían sido capaces de engendrar tanto individuo con un cromosoma extra en el par 21. Hoy en día lo políticamente correcto sería decir que tenían síndrome de Down. Por aquel entonces simplemente decíamos que eran subnormales.

Sacos llenos de avellanas servían de improvisado escondite mientras "los mayores" se ponían tibios de comer y beber. A lo lejos se oía al señor B, algo entonado, animar a los asistentes con una versión en español de los Animals... 

Al pequeño Ramón le habían encomendado la tarea de "jugar" con aquellos extracromosómicos. Menudo marrón. Un juego de bolos de plástico era el único juguete disponible, pues el uso de la imaginación con aquellos individuos estaba fuera del alcance del joven Ramón. 

La primera tirada consintió Ramón en que la  tirara R. Una chica especial con unos 15 años más que él. El haber fijado las normas en un principio había sido completamente banal. Tras el primer tiro empezó a gritar con el fin de que le diera otra vez el bolo para volver a tirar. Encima la jodida tenía puntería y allí estaba el pequeño Ramón colocando una y otra vez los bolos y yendo a buscar la bola una y otra vez...  


Ya lo dice el refrán: ¡Tonto, tonto! ¡Mierda, Mierda! Aquello no podía seguir así. Por suerte para Ramón, R no hablaba un idioma legible (al menos para él) solo gritaba como una energúmena cuando tardaba en darle la bola... Así que Ramón decidió terminar con aquel juego infernal. Una vez fue a buscar la bola, miró a un lado y a otro asegurándose que nadie mirara. Y decidió lanzarla a unas zarzas próximas. 

De repente todo el mundo calló, sólo se oía el ruido de la autopista y a R gritando como un cerdo el día de la matanza. Señalaba al pequeño Ramón y hacía un gesto imitando el lanzamiento de la bola. Afortunadamente sólo él pareció entenderlo. Rápidamente llegó la que debía ser la madre de la trisómica.

- ¿Que ha passat? - Le preguntó a Ramón. 
Con cara de no entender respondió éste con sorna.
- No, mi padre tiene un Citroën BX, no un passat...
- No, que ¿Qué ha pasado? - Replico en el idioma de cervantes esta vez.
- No sé. Ha tirado la bola a esas zarzas y se ha puesto gritar así...

Semblanza

Su madre entró en la estancia. Una mezcla de sudor y alcohol inundaba la habitación. Allí estaba su hijo. Tirado en el suelo.  Con la goma todavía en el brazo, la aguja colgando y un charco de babas en el suelo. Con ojos tiernos ella exclamó ¡Míralo, tiene la misma cara que su abuelo cuando se quedaba dormido en el sofá!

Aquellos dolores de espalda le habían llevado hasta allí. Sabía que aquella visita al masajista acabaría siendo una aventura de este blog. En su afán de probar cosas nuevas Ramón llamó al primer masajista que encontró en Internet y que no ofrecía un final feliz. Ramón siempre había pensado que lo de pedir referencias estaba sobrevalorado. Además estaba cerca de su casa.

Nada más aparcar ya se había dado cuenta del percal. Era un típico chalet adosado en los alrededores de un pueblo. Un hombre calvo y gordo salió a recibirlo. Entraron a la casa, era un vivienda familiar, nada que se le pareciera a la consulta de un fisioterapeuta, juguetes de niños por el suelo y una escopeta de perdigones encima de un sofá cubierto por un colcha vieja y sudada a modo de funda. Extraña combinación para un lugar en el que parecían habitar niños.  Un extraño olor a rancio mezclado con bayeta inundaba el ambiente.

Este es el lugar perfecto para un secuestro. Seguro que este tío tiene un sótano con un zulo oculto lleno de restos de cadáveres. Fantaseaba Ramón en su cabeza.

- Subamos arriba que estaremos más cómodos. - Sugirió el supuesto masajista.
Aquella frase no le sonó nada bien a Ramón, mientras hacía memoria del anuncio de Internet donde ponía explícitamente que no eran masajes happy ending.

Subió delante por unas escaleras estrechas que terminaban en una puerta,  al abrir la puerta un taquillón barato de aglomerado contrachapado dificultaba el paso. Sin duda aquello era una ofensa atroz al buen gusto y la geometría.

-La primera a la izquierda- dijo el masajista.

Ramón abrió la puerta y rápidamente analizó el entorno. En la pared había colgados tres diplomas. En una lectura rápida confirmó su teoría. El fulano en cuestión había hecho un par o tres de cursos de no más de  80 horas y se había comprado una camilla para dar masajes. Un pequeño sobresueldo en B para completar su economía. A juzgar por el Mercedes aparcado en la puerta no le debía ir del todo mal.

- Me dijiste que te dolía la espalda. ¿No? -
- Si, así es. Pasó muchas horas sentado y la vida sedentaria no ayuda - Respondió Ramón.
- Bueno pues haremos un completo de espalda y veremos que tal va.

Aquello no se parecía a los masajes que le habían dado otras veces. Anteriormente el deshacer las contracturas le había causado dolor. Esta vez todo era muy suave. Ramón no confiaba mucho, pero le dejaría hacer.  El calor era prácticamente insufrible, la canícula había llegado pronto y el aire acondicionado brillaba por su ausencia. Ramón no estaba a gusto. Probablemente potenciado por el calor Ramón no tardó en notar cierto olor cada vez que el masajista pasaba de un lado a otro de la camilla. Aquel olor apuntaba a que el fulano no se había cambiado de gayumbos en unos días. Una mezcla a orines, sudor y aceites de masaje. Sin duda algo repugnante. 

El calor apretaba y aquello empezaba a ser incomodo. De repente notó una sensación que no era del todo desconocida. Había caído una gota de sudor sobre su espalda.... WTF!!! El masajista pasó la mano por encima en su masaje y continuó como si nada. El goteo de sudor continuo hasta el final del masaje. 

-Bueno pues esto ya está, mientras te vistes voy un momento al baño- Dijo el masajista mientras abandonaba la habitación apresuradamente. 

Ramón se levanto de la camilla. El papel que cubría la camilla para evitar tumbarse sobre el sudor del anterior estaba empapado y se había pegado y enredado a los pelos de su pecho... 

- 20 euros me dijo por teléfono verdad...
- Si eso es. Quieres que te dé cita para la próxima semana- Respondió el masajista.
- No te preocupes, ya te llamaré yo. Ando muy liado con el trabajo y no sé cuando podré hacer un hueco para venir - Mintió Ramón. Como experiencia para contar había estado bien, para repetir... no tanto.

Amistad

Aquella palabra estaba completamente sobrevalorada. Seguramente no sería la única cosa que le incomodara pero a Ramón le rechinaba sobremanera que le llamaran "amigo". Su concepto de amistad estaba más allá de ir a tomar cervezas con alguien. Eso es fácil. Lo puedes hacer con cualquiera. Para Ramón un amigo es aquel que el día de tu mudanza está a las ocho menos cinco de la mañana tomando café en el bar de debajo de tu casa con la furgoneta aparcada en la puerta dispuesto a cargar tu lavadora y ese colchón donde solo Dios sabe lo que habrás hecho encima de él. 

Sinfonía número 8.

Cada día despertaba con la ilusión de conocer el final de la historia. Aquella bloguera que lo tenía enamorado había cautivado su atención una vez más. Posibles finales inundaban su imaginación. Buscaba una respuesta al tormento desatado por aquel relato inconcluso. Ignoraba si tal desesperación le había provocado la crisis biliar de aquella noche...  las bravas nadando en mayonesa y picante de la cena seguro que no tuvieron nada que ver. 


Al menos aquella angustia le había despertado una necesidad que últimamente había perdido... ¡escribir!. Aunque fueran cuatro lineas.


Viejos amigos.

Hacía ya más de 7 meses que no hablaba con ella y más de 10 que no la veía. Por algún extraño motivo mi relación con ella no había acabado bien. Como en otras muchas ocasiones le echaron la culpa al mensajero. En este caso el mensajero era yo.

Sentí vibrar el teléfono en el bolsillo de mi pantalón. Alguien me llamaba. Era ella. ¿Que querría de mi? pensé. En su último mensaje prácticamente me mandaba a la mierda y me defenestraba como amigo. Con decisión respondí a su llamada como si no supiera quien me llamaba. Me hice el sorprendido y estuvimos un rato hablando, evitando continuamente el motivo por el cual habíamos perdido el contacto.
En un momento dado me hizo la típica invitación sin fecha que se hace por quedar bien. 

 ¿El sábado que viene te parece bien? Así te enseñaré la moto que me he comprado.

Mi iniciativa le cogió por sorpresa, no tuvo tiempo de inventar una excusa así que aceptó. Además el que tenía que viajar era yo.

Aquel día me levante tarde, puesto que había estado tomando unas (demasiadas) copas con mis amigos la noche anterior. Además ella vivía a no más de una hora de viaje. Me puse el casco y partí con mi moto a ver a aquella chica que durante mucho tiempo fue mi amiga. 

Había llegado a mi destino, crucé el río y la llamé. Ignoraba donde estaba su casa y no conocía la ciudad. Sin respuesta. Me cagüen todo lo que se menea, pensé. Insistí y volví a llamarla. Sin respuesta. Me senté en un banco con la esperanza de que viera mis llamadas perdidas y me llamará. 

Pasé el rato contando coches. Cincuenta y tres coches blancos y siete autobuses más tarde empezó a sonar el teléfono. Era ella. ¿Dónde estás? me preguntó. Pues ahora voy a buscarte. Así que seguí esperando un rato más. Esos fueron los momentos de mayor angustia. Deseaba sobremanera que viniera sola, así podría hablar con ella con más tranquilidad y libertad. 

Por fin apareció un coche, paró frente a mi y bajó ella. Casi sin fijarme en ella dirigí mi mirada al conductor. Sus rasgos situaban su origen en el sur de América cerca del ecuador. La miré y me dijo:  es Johnny. Le dí la mano a través de la ventanilla y se fue. 

Entonces sí la que miré con la máxima atención posible. De abajo arriba y de arriba a abajo. La energía de su cuerpo se concentraba en un ombligo que lucía con esmero. Como si de un centro de simetría se tratase dividí mi atención en lo que había por encima y por debajo de aquel ombligo adornado con un pendiente. Por debajo de este aparecía una falda que no era mucho más grande que un cinturón ancho dejando ver sus morenas piernas. Por encima de su ombligo una camiseta de tirantes con un generoso escote que daba poco pie a la imaginación.

Tras un resoplido de valoración tomé aire y le dije haciendo mía la frase de un amigo: "Estoy profundamente enamorado de ti". Se echo a reír. Me abrazó. 

Fuimos a tomar algo y hablamos. Hablamos de su ex-novio y la actual pareja de este. Motivo por el cual habíamos perdido nuestra relación. Hablamos de Johnny su "chico" ecuatoriano. Hablamos del trabajo, la vida y la muerte. Mi dialéctica no era fluida y es que aquella minifalda me atascaba. Le veía muy entusiasmada con su nuevo amor. 

Poco después llamó a Johnny y fuimos a comer. El fulano en cuestión baila Hip-Hop y aquella tarde tenía una actuación no sé a qué fin. El caso es que estaba nervioso como si el urólogo le fuera a hacer un tacto rectal. Los momentos de silencio invadían la mesa así que volví a hacer mío una disertación que había leido no hacía mucho en la novela de mi amigo Ramón y le pregunte a Johnny. ¿Te has excitado alguna vez analmente?

Johnny me miró con cara de decir "este tío es un degenerado". 

Si el culo sólo sirviera para cagar entonces no sentiríamos placer al cagar Johnny escuchaba alucinado No te ha pasado alguna vez mientras estás creando algo grande, (me empezaba a divertir de verdad) que te viene el padre del señor topo y venga a hacer fuerzas... y que no sale... y venga... y al final... aaah ¡que a gusto te quedas! Ahí... sientes como cae por tu esfínter... ¿no te a pasado alguna vez?, ¿no has sentido placer? Ella que me conoce bien se partía de risa, mientras que Johnny sonríe asombrado ante semejante personaje. 
Bueno, a mi no me ha pasado... yo solo te pregunto. Me lo ha contado un amigo. Dicen que a partir de ahí se pasa a la estimulación anal. ¿Os habéis estimulado analmente alguna vez? Bueno yo no. Esto... Yo no soy gay. El caso es que dicen que a uno le entra la curiosidad y el siguiente paso es que cuando uno está en la ducha y se está limpiando los bajos... ops sin querer se frota demasiado el culo... ¿entiendes lo que te digo Johnny? ... sin querer, sabes... y en esto que nota algo por ahí... Pues a partir de ahí dicen que uno empieza a profundizar en el tema y a meterse dedos, zanahorias... hasta que le gusta tanto que se convierte en homosexual. 

De repente Johnny exclamó: Me dijiste que a tu amigo se le iba la pinza pero creo que este la perdió.

Ella y yo reímos con complicidad.

Había ganado la batalla contra si mismo. Amaba al Gran Hermano. Amaba el partido. Amaba el poder. Se había dado cuenta que amaba el absurdo, lo nimio, el sin sentido. Si crees en el partido no eres inmortal, como le había dicho O'Brien. Simplemente estás muerto.
. . . .
El olor metálico de la sangre flotaba en el aire. La débil luz del sol que desaparecía en el horizonte acariciaba el inánime cuerpo de Winston. Su mano todavía sostenía una navaja de afeitar.

DIA II
Estaban en el pasillo despidiéndose, mientras yo despertaba. Oí como se abría la puerta principal para cerrarse inmediatamente después. Acto seguido fue la puerta del cuarto donde dormía la que se abrió. Apareció ella con una mezcla de camisón y salto de cama de raso que dejaba poco a la imaginación. "Siempre quise despertar así" exclamé. Sin decir nada se me tiró encima, me abrazó y se puso a llorar. Marrón. Aguanté como un campeón. Me limite a abrazarla firmemente y a no preguntar, si me quería contar algo ya hablaría como otras veces había hecho. Así lo hizo. Por lo visto el trabajo la tenía muy quemada. 

Tras tres cuartos de hora de mi psicología más elaborada le dije que durmiera un par de horas que ya la despertaría yo. Fueron las dos horas más largas de mi vida. Intenté leer algo pero me resultaba imposible hacerlo gracias a Lua, su gata. Lua era el ser más pesado del mundo. Se me subía una y otra vez a la chepa. Arañaba mi espalda. Saltaba sobre mi. Si la encerraba resultaba inútil, pues había aprendido a abrir las puertas. Valoré la posibilidad del maltrato físico pero igual se mosqueaba la dueña, así que simplemente me vestí y me fui a la calle a ver el mar. Desayuné una tapa de ostras y un ribeiro, y volví a la casa.

Cuando entré ella ya se había despertado. Andaba buscando el móvil para ver donde me había metido. De nuevo me abrazó y me dio las gracias por lo de antes. "Me ducho y nos vamos" musito mientras me seguía abrazando. 

La cosa pintaba fea. Pero bueno sólo eran cuatro días. Fuimos a Santiago. Llovía a cantaros, no parecía que fuera a parar. Comimos en un restaurante de los que el camarero te acerca la silla al culo cuando te sientas. A ella le había dado una especie de subidón y no paró de hablar en toda la comida sobre historietas del colegio, sus novios, nosotros, el futuro. Después de comer, bajo la lluvia, fuimos en plan culturetas a un museo. Herramientas de trabajo, costumbres y folclore de hace 80 años o más. De repente ella dijo: "Necesito tomar el aire".

Estaba pálida y no se encontraba bien. Decidí que lo mejor sería llevarla a casa. Como un gentelmen paré un taxi para que nos llevará al coche, ya que llovía y ella no tenía mucha pinta de poder caminar en tales condiciones. Conduje el viaje de vuelta y fuimos a su casa. Insistí que se fuera a dormir y que no se preocupara por mi, que me iría a dar una vuelta por el pueblo. 

Un ración de pulpo y una copa de albariño le dije a aquella abuela detrás de la barra. ¡¡¡Prufff... Qué barbaridad!!! Menudo plato pulpo aquello era un regalo de las deidades del mar. La ración era bastante generosa de modo que tardé en acabarlo, aunque en ningún momento superó mi capacidad ni mi ansia de seguir pidiendo semejantes manjares. Pagué y me fui en busca de otro chiringuito. Siguiendo mi filosofía de que cuanto más cutre, mejor. Me metí en un tascucio oscuro. Un ración de berberechos le dije al tabernero. El tabernero era un hombre gordo, de movimientos torpes, calvo y con bigote. A pesar que no haber pedido nada de beber cogió una botella de vino blanco y un vaso y me la puso delante. Cuatro minutos más tarde sacó de la cocina una fuente con carambullo de berberechos. Cielo Santo pensé. Para comerme esto necesitaré beberme la botella entera por lo menos le dije a aquel sin par personaje. Y así fue. 

Medio entonado salí del bar en busca de un aire que no estuviera tan viciado como el de aquel sitio. Llegué hasta la playa y me senté. Soplaba un viento bastante frío así que me despejé rápidamente. Allí estuve hasta que el sol estaba por debajo de la línea del horizonte. En aquél momento decidí volver. Para ser un invitado ya era hora de volver. Cuando llegué al portal me encontré a ella y a su novio saliendo del portal. "Nos vamos a urgencias, ¿Te vienes?" Me dijo ella. "No, mejor me quedo, estaréis mejor sin mi" Respondí. 

Subí a la casa, jugué con la gata, vi la tele un rato y me fui a dormir.

Debían ser las tres o las cuatro de la mañana cuando note que se abría la puerta del cuarto en el que dormía. Oí la voz de ella diciendo mi nombre. Abrí los ojos y me incorporé. Ella se sentó a mi lado. "¿Qué te ha dicho el médico?", pregunté. "Tengo estrés paranoico depresivo", respondió. Hice un silencio valorativo para recapacitar su respuesta. Creo que no la había entendido, ignoraba si lo que le estaba pasando era fruto del mobbing laboral o mi presencia allí había cortocircuitado alguno de sus procesos mentales/sentimentales.

Ella había mandado al piltrafilla de su novio a buscar los medicamentos prescritos por el galeno así que me tocó hacer de psiquiatra de nuevo. Cuando volvió se tomó toda la suerte de pastillas que le habían recetado y se metió en la cama. 

DIA III

Aquel cócktel de pastillas debían ser una mezcla de calmantes y somníferos pues cuando me levante ella seguía dormida a pierna suelta. 

En un principio el plan era ir a las Cíes los tres juntos, pero en aquellas condiciones no podía ser. Condescendiente con la situación le dije a su novio que no se preocuparan por mi, que me dejara la tienda de campaña que me iba yo sólo a las islas y que ya volvería al día siguiente para comer con ellos antes de coger mi tren.
Ante estas palabras comprobé en su rostro cierta cara de alivio al saber que ya no iba a ser un estorbo y presto me dio la tienda campaña y me ofreció el llevarme hasta el barco. "Corre o lo perderás me dijo".



Viaje a ninguna parte. Dia I.

Con cierto nerviosismo baje del tren. Anduve por el andén buscando entre la gente. Esperaba verla en cualquier momento. Mi corazón se aceleraba. De repente noté vibrar el móvil en mi bolsillo, era ella. "No he podido aparcar, sal al aparcamiento que estoy allí" me dijo. Aceleré el paso. Salí. No vi nada. Caminé hacia la salida. De repente oí gritar mi nombre. Me gire. Allí estaba. Eché a correr mientras mis ojos empezaron a hacer un examen preliminar de cómo le habían sentado estos cuatro años.
Había engordado algunos kilos pero seguía espléndida.

Cuando llegué por fin llegué hasta ella nos miramos sin decir nada durante dos segundos. Me quité la mochila, y nos abrazamos. El tiempo pareció pararse. Dos minutos más tarde nos soltamos, nos miramos y sin decir nada todavía, ella abrió el capó del coche y metí la mochila. Al cerrarlo ella me miraba. La volví a mirar y me volvió a abrazar. 

Por fin ella dijo en un alarde de imaginación. "Bueno... ¿Qué tal?" Mi respuesta no se hizo esperar, la había estado ensayando durante cuatro años con distintas mujeres de mi alrededor. "Mucho mejor ahora que estoy contigo". Sonrío y dijo: "No has cambiado nada". 

Una vez dentro del coche empezamos a contarnos un poco nuestras vidas, peripecias y aventuras. En realidad ella hablaba más que yo, pues su vida había estado llena de sobresaltos. 

- Esta noche yo trabajo pero le he dicho a Toño que irás a cenar con él-
- ¿Quién es Toño? - pregunté temiéndome lo peor.
- Mi novio. 
What the fuck!!! Me había cruzado la península ibérica y ahora me dice que tiene novio. Mi cara de tonto debía ser épica. Por lo visto habían estado ya juntos anteriormente y después de varios escarceos amorosos del uno y del otro habían vuelto a reanudar su relación. - Mientras vivan separados no todo está perdido, pensé. Craso error. Vivían juntos, vaya por Dios. De todas formas me había estado preparando psicológicamente para encontrarme aquella situación, así que no supuso más que otro taxi con el cartel de ocupado. Ya pasará alguno libre.

Llegamos a su casa. Abrió la puerta y rápidamente salió del interior un gato. Todo parecía torcerse, ya que mi amor por los animales de compañía nunca fue manifiesto.
Dejé mis cosas y decidimos salir a comer. 

Sin dejarle tomar iniciativa decidí rápidamente ir a tapear. Es decir, pedir raciones de marisco regadas con vino del lugar. Ya que me había cruzado el país entero para ver a un chica con novio al menos comería lo que me apeteciera. Y así fue. 

Aquella tarde la dedicamos a dar paseos en barco de un lado al otro de la ría. E hicimos la reserva el camping de las islas donde nos conocimos, Las Cíes. A pesar de todo fueron unas horas bastante intensas. La barandilla de aquellos barcos era un lugar ideal para sincerarse. 

Por la noche ella trabaja, así que me dejó al cuidado de su novio como había previsto. Las presentaciones fueron escuetas. No sé que podría haber visto ella en semejante piltrafilla. Así es el amor... Pero bueno me hice fuerte y decidí aguantar al fulano con la mayor simpatía que me fuera posible, de todas formas el que estaba de intruso en su casa era yo. 

Me llevó a cenar a un asador que tenía buena pinta. Al menos el fulano no tenía mal gusto. Yo no me pensaba privar de nada, así que me pedí un buen chuletón, mientras él encargaba a la camarera una pizza calzone... Mis sospechas de que era un gili se seguían confirmando. La conversación durante la cena fue de lo más variada. Economía, universidad, situación sociopólitica del país y de las comunidades, Fraga y otros dinosaurios, las ingles, importancia de las ingles, las ingles en la historia...

Yo estaba cansado del viaje así que nos fuimos pronto a dormir. Cada uno en su cama.

Haiku

Una pareja de la Guardia Civil:
un gitano y un negro. 
Otoño en Cadrete.

Ducha fría

Que mente preclara habría tenido la idea de cortar el agua en el momento más jabonoso de la ducha matinal de Ramón.  Poco a poco el gran chorro con el que le gusta exfoliarse se iba convirtiendo en un fino hilo de agua. En un ridículo intento Ramón intenta aclarase. Tan solo consigue sacar más espuma. 

- En la nevera tengo unas botellas de agua - piensa Ramón mientras sale de la ducha chorreando agua y jabón. - Esto no será muy distinto a aquel campo de trabajo en Estrasburgo dónde usábamos una regadera para ducharnos... -

Joder que fría.  Recristo!!! ¿Quién me mandaría bajar el termostato de la nevera?

Fuente: http://www.joaquingonzalezdorao.com