Perdiendo la pinza.

Afortunadamente ninguno de mis lacayos había osado a interrumpir mi siesta. Había sido reparadora. De repente suena el despertador. Me sobresalto. Espasmódicamente se me sube el gemelo de mi pierna derecha. Dolor. Un dolor sordo se apodera de mi. No puedo gritar. Es superior a mi. Intento estirar la pierna para cogerme los dedos del pie. Fracaso. Mi tripa me lo impide. Tengo que ponerme a dieta. Consigo levantarme. Apoyo los dedos y noto cierto alivio.

Seguramente había sido el frío que había pasado aquella mañana.

Estoy cansado de la Navidad. De recibir felicitaciones y mensajes "tipo" en los que desean paz y amor para mi y los mios en los próximos doce meses. El resto de mi vida que me den. No he contestado ninguno. Cada día soy más antisocial. Seguramente debiera dejar de leer a Bukowski. No salí en nochevieja. No ha sido la primera vez que lo hago. Tampoco será la última. No quiero ser modelado por la sociedad.

No quiero ir mañana a trabajar. Seguro que mi compañera viene cargada de preguntas con las que someterme a sus típicos interrogatorios. Sé lo que me va a preguntar. Trivialidades navideñas. Tendré demasiado follón para hacerle caso. Lo más probable es que se cabreé porque no responda a sus preguntas banales, o lo haga con algún estentóreo exabrupto.

Tengo que ponerme al día.

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