Martes Negro

La semana pasada comenzó como una semana cualquiera. Un anodino lunes precedió a lo que sería un martes sin desperdicio...

El martes me desperté por la mañana con una gran presión intraabdominal. Mis tripas querían reventar. Presto me dirigí al váter y allí una explosión líquida salió de mi ser por la puerta de atrás. Todo presagiaba que aquella no sería la única vez que tendría que ir de urgencia al excusado.

Todavía eran las ocho y media de la mañana y ya regresaba al laboratorio después de recoger las probetas de hormigón del día anterior. Conducía mi furgoneta por la carretera cuando de repente y sin previo aviso salio de la nada una piedra que impactó sobre el parabrisas. No llevaba nadie delante y de frente tampoco me había cruzado con ningún coche o camión. Ignoro si aquella piedra fue un meteorito, un aerolito o un augurio del resto de cosas que me iban a pasar esa semana, de cualquier forma dejó un chinazo de notables dimensiones.

Tras el pequeño susto llegué al laboratorio y me puse a descargar las probetas. Una tras otra las sacaba de la furgoneta. Todo iba bien hasta que fui a levantar la última. Supongo que debido al esfuerzo de levantar aquellos 20 kilos una y otra vez y que el estado de mis tripas no era el óptimo tuve que realizar una frenada de emergencia y dirigirme rápido como un "centollo" al retrete del surtidor. Afortunadamente nada se interpuso en mi camino y no ocurrió ningún tipo de desgracia que hubiera que lamentar. Tiré de la cadena, me lavé y marche.

No había pasado una hora cuando sonó el teléfono. Leí el número que me llamaba. Era mi padre. Algo había pasado. Mi padre nunca me llama. Afortunadamente no había que lamentar ningún óbito. Tan solo me informaba que me pasara por la garita del portero del garaje, pues algún tipo de "desalmadohijodesumadre" me había tirado la moto.

Pasé el resto del día cavilando sobre lo que le podía haber pasado a mi moto. Por fin volví a casa y bajé al garaje, no sin antes tirar de la cadena. Conforme me acercaba a la moto empecé a respirar aliviado al ver que al menos estaba en pie y aparentemente entera. Mi gozo en un pozo. Cuando mis pupilas se dilataron y se acostumbraron a aquella oscuridad pude ver como los dos intermitentes del lado izquierdo estaban rotos, la maneta del embrague doblada y un raspón en el lateral. Me dirigí a la garita del portero del garaje y me contó lo sucedido. Por lo visto un "patati" de la vecindad llegó el sábado por la noche (seguramente con un par de copas, pastillas o rayas de más) y tiró la moto de al lado y esta la mía por efecto dominó. Me dio los datos del fulano y espero que del resto se encarguen los seguros, porque por el momento no he podido contactar con el fulano en cuestión.

Aquella noche, prácticamente obligado por mi madre, cené. Arrocito blanco y un yogur. Tras reposar un poco la cena me fui a dormir. Costaba encontrar la postura. Eructaba una y otra vez y mis tripas hacían ruido algo preocupantes. A las dos de la mañana tuve que salir a sentarme en el trono y ver como fluían de mi ser aquellos torrentes. No serían las dos y media cuando, no satisfecho todavía, volví a aquel trono pero esta vez a aquel río se le unió un afluente. Empecé a vomitar. Una sensación extraña invadía mi cuerpo, era capaz de manar fluidos semilíquidos por dos conductos simultaneamente.

Tras aquella experiencia extracorpórea conseguí conciliar el sueño.


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