22:40 Primeros síntomas. Todo hacía presagiar que la noche iba a ser larga. Tenía sueño pero sabía el dolor no me iba a dejar dormir. Poco a poco "in crescendo" el dolor se hacía más insoportable. No había postura cómoda. La tele todavía me produce más dolor. La apago. Intento distraerme. Recojo la casa. Plancho unas camisetas. Escobo el salón y la cocina. Sólo me falta limpiar el baño. No estoy de humor.

Me voy a la cama. No puedo estar tumbado. Me siento. Ahora la espalda también me duele. Me entran nauseas. Voy al baño. Ingentes cantidades de saliva salen de mi boca. Intento vomitar no sale nada. Parece que el dolor se calma. Me siento en el sofá. Encuentro una postura. Parece que no duele y vuelvo a la cama. Falsas esperanzas el dolor regresa. "La eutanasia!!! Que me la pago yo- Pienso para mi. Vuelvo al sofá en busca de esa postura anterior. Fracaso. Paseo arriba y abajo. Respiro profundamente. Me estiro. Alivio pasajero. Vuelvo a la cama.

04:32 Creo que me duermo.

[...]

Tras mi última visita al médico me dieron los resultados de la ecografía. Conclusión: Hígado para hacer Foie. Vesícula exprimida como un limón.
En siete días tendré los resultados de mis nuevos análisis y cita con el especialista.

Voy al galeno. Le cuento mis dolores. Analiza mi sangre. Nada es concluyente. Podrían ser piedras en la vesícula o quizá en el riñón.
Necesita más pruebas. Me manda una ecografía.

[...]

Llego a la sala de espera. Me llaman cinco minutos antes de la cita.

-¿Ha traído la cita?- Me pregunta una asistente (llamarla enfermera sería ofender al gremio).
- No. - Respondo
- ¿Y el volante? -.
- Tampoco. Me llamaron por teléfono y me dijeron que viniera. La citación me la mandarían por correo. Pero no estaban seguros de que la recibiera a tiempo. De todas formas si es perentorio podemos llamar al consultorio y que nos la manden por fax, o correo electrónico. - Replico decidido.
- Es que sin volante, nosotros no podemos hacer nada. -
- Si no pueden hacer nada lo pedimos pedimos y ya está. De todas formas lo que pedían era una exploración en el hipocondrio derecho. -
- Si bueno, pero eso a mi no me sirve de nada. -
- Y ahora dígame usted. Si no he traído la cita ¿Cómo sabían que tenían que llamarme?. Y si me han llamado ¿bien sabrán lo que tienen que mirarme?-
- Es que ese no es protocolo - Espetó la señora.

En mitad de la diatriba apareció el que era el ecógrafo interesándose por nuestro dialogo. Le vuelvo a explicar la situación.

- Ah bueno, no pasa nada. ¿Qué te pasaba para que el médico te mandara aquí?- Me pregunta el ecógrafo quitándole hierro a la situación.

Después de contarle mi historial de punzadas y aguijonazos nocturnos me tumbó en la camilla y empezó la exploración.

-Coge aire.- Me decía, mientras me pretaba la tripa con útiles del diablo untados en un pringue electroconductor. Yo cogía el aire y el me lo sacaba.
Una y otra vez me preguntaba si había comido algo. Y mi respuesta era siempre la misma. -Estoy en ayunas.- No le cuadraba lo que estaba viendo.

Llamó a un colega. Y le hizo explorarme. Los dos coincidían. Por lo visto tengo la vesícula atrofiada. Lo cual acojona un poco.

-Tendrá los resultados dentro de cuatro días. Límpiese y se vista.- Me dice la mujer desagradable e incompetente.

-Para no haber traído la citación ni el volante. ¿No ha sido tan complicado, verdad?- Respondí con ironía.

Lunes 04:25 AM.

Me despierto inmerso en dolor. Ahí está de nuevo. Bajo la última costilla derecha. No me deja dormir. Me acuesto sobre el lado izquierdo. Duele. Me doy la vuelta. El dolor se hace insufrible.  Me incorporo. Me siento en la cama y me pongo la almohada como respaldo. Parece que el dolor se atenúa.  La boca se me llena de saliva. Tengo nauseas. Me levanto al vater. Escupo. Intento vomitar. Nada. Esfuerzos inútiles. Vuelvo a la cama. Me vuelvo a levantar.

Me siento en el sofá. Pongo la tele. No encuentro postura que no me duela. Me retuerzo en una espiral de dolor. Menos mal que mañana es fiesta y no tengo que madrugar.  Decido que esto no es normal. Tendré que ir al médico.  En la tele sólo hay teletiendas y tarots en directo.  El dolor aumenta.  Ninguna distracción lo calma.

Voy a la cocina. Me hago una manzanilla. Al primer trago tengo que levantarme a vomitar. Cuatro pedazos de salchicha a medio digerir salen por mi boca.  El resto se queda dentro. Vuelvo al sofá.  Termino la manzanilla. Parece que el dolor se templa y me relajo.  Respiro con cierto alivio.  57 channels and Nothing on.

08:10 AM. Vuelvo a la cama. Busco la postura menos dolorosa y me quedo inmóvil.  Me duermo.

Huevos Rotos

Después de aliviar la presión intracraneal con mi anterior post, me decidí a investigar por la red algo que mencionaba en dicha epístola. Cocer un huevo en el microondas. Con cascara sabía que era imposible. Quizá haciéndole unos buenos agujeros no explote con mucha virulencia pero me temo que el resultado puede ser catártico.

Siguiendo mi dieta hipocalórica con el avieso fin de llegar a tiempo a la operación bikini me tocaba cenar: "un huevo cocido, esparragos y un yogur desnatado". Allá que iba. Como hombre de ciencia nada me detendría.

Casqué el huevo en un vaso pequeño de duralex. Dicho vaso es parte de mi dote así que nada podía fallar. Tapé el vaso con un film o flim o lámina fina y transparente de plástico apta para microondas, o como leches se llame. Le hago un agujero de unos 3 milímetros de diámetro en el centro y lo meto al pequeño horno del diablo. Encima del vaso le pongo una tapa de plástico, como medida protectora también apta para MO.  Cierro la puerta y lo pongo a toda potencia durante 2 minutos. No llevaba 10 segundos cuando oigo un notable petardazo. Paro el chisme. Abro la puerta y veo el huevo todavía crudo. Le vuelvo a dar marcha. Ignoro la siguiente explosión. Será parte del proceso. A través del cristal veía como la tapa de cristal se levantaba a cada explosión. Al minuto treinta y cinco segundos había ocurrido el Big Bang Egg. Huevo cocido desparramado por el microondas.

Seguro que Ferrán Adriá lo incluye en su siguiente carta. Aunque yo sería más partidario de decir que he reinventado los huevos rotos. Recogí con mis manos los pedazos esparcidos por el cubículo a la par que me los iba comiendo. Le faltaba sal.  Agarrada en el culo del vaso estaba la yema del huevo. Cocida. Quizá demasiado para mi gusto.

Posibles fallos:
- Poco flim. La próxima vez no escatimar y envolver bien el vaso para evitar que se levante la parte superior. Si es posible fijarlo con cinta americana o en su defecto precinto de embarlar.

- Vaso pequeño: en un vaso más grande las explosiones se habrían disipado mejor.

- Mucho tiempo o demasiada potencia: Al ignorar sus efectos los variaré según el método científico de ensayo y error.

P.S. De todas formas me sigue pareciendo el mejor cuece leches que se ha inventado. También el más caro.

Baja laboral. El Alternador. Urgencias utópicas. Antigüedad. Circuitos corroidos. "No me mandes más al Peruano que me la ha liao". Deudores. Incompetencia en derredor. La gasolina está muy cara. Vampiros mañaneros. Pesaos de media tarde.  Preguntas improcedentes. Jode-siestas. Respuestas inesperadas. Horarios maratonianos. Caraduras. Chofer a domicilio. Fuerza Bruta. Cocer un huevo en el microondas. 30 de febrero.

Estancados en mi cabeza se arremolinan pensamientos. Todos tiene su explicación, su historia. Cada una más larga y más enrevesada que la anterior. A ratos, apático, me sumerjo este mundo oscuro y entro en resonancia. Todavía me preguntan que si estoy enfadado. No preguntes. Dame motivos para reír. Hazme feliz.  Cámbiame el chip. Psicología inversa.

La mierda es un buen lugar para mandar a muchos. La educación me lo impide. Maldita educación. La venganza es un plato que se sirve frío. Tengo que ver esa película.

Indignado y resignado a la vez. Aceptaré ésta derrota. Nuevas batallas voy a librar. Solo ante batallones enteros. No resultaré herido sino que saldré vencedor.

Felicidades

Lo siento. Estoy atascado. No me salen las palabras. Solo desearte lo mejor. Sé feliz.  El inexorable paso del tiempo me hace meditar... Estoy cansado. Física y mentalmente. Creo que necesito una cerveza. Emborracharme con amigos. Dos como mucho. Cuatro serían multitud. Filosofar y beber vermú. Los párpados se me cierran. La semana ha sido dura. Todavía queda el viernes. La próxima no es más halagüeña. (Que bonita. Una diéresis y una eñe en la misma palabra.) Todavía hay algo que me irrita más.  51 de diciembre. La sequía y la hambruna nos lleva al desanimo. Siento que mi estado en  "off" sea una felicitación de cumpleaños. 

Viernes, 10:30 AM. Duermo felizmente. De repente el teléfono me despierta y sobresalta. Brinco de la cama y respondo con carraspera mañanera.
- Si, dígame -
- Hola buenos días. Mi nombre es Eduardo Miralles. El motivo de mi llamada es que su número de teléfono ha sido seleccionado para entrar en el concurso de un bono de la lotería Euromillones. ¿Conoce usted la lotería Euromillones?
- Si, la conozco.
- ¿Es jugador de la lotería Euromillones?
- No, lo siento, no soy ludópata.
- No importa señor. Para concursar usted sólo tiene que responder correctamente a una pregunta que le voy a formular. ¿Está preparado?
- Si adelante. - Después de la panchito-letanía que me estaba soltando iba a ver dónde desembocaba lo que tenía pinta de estafa telefónica.
- ¿Cual es el slogan publicitario de la lotería Euromillones? Para contestar dispone de tres posibilidades:
 a) La vida es sueño.
 b) Euromillones, todo cabe.
 c) Sólo hace falta jugar, ¿Jugamos? 

Las dos últimas respuestas me querían sonar así que me decidí por el señor de la Barca que con los derechos de autor y la SGAE seguro que les tendrían que haber pagado a los herederos de calderón de una millonada. Si bien es cierto que las connotaciones erótico-festivas de la respuesta "b" podían darme mucho juego.

- La "a". -  dije seguro de mi.
- Enhorabuena señor ha acertado. Para que podamos continuar ¿Puede indicarme cual es su nombre?
- Soy el comisario Aceituno.- Respondí vehementemente.

No hubo más preguntas. El licenciado Eduardo Miralles había colgado el teléfono.

La gran extinción.

La glaciación había dejado un paisaje desolador. De repente la comida escaseaba, y la poca que quedaba estaba podrida. Estabamos condenados a la extinción. En un intento desesperado de supervivencia los machos dominantes han decidido en sacrificar a la tercera parte de la manada. Si no los tenemos que alimentar quizás sobrevivamos. Va a ser dificil. Pasaremos hambre. Y lo más probable es que no podamos recoger la cosecha todos los meses.

Por otra parte me siento liberado. Por fin no tengo que soportar a parasitos hierve-sangres. Creo que el descarte ha sido bueno. Las cartas que nos quedan son buenas para ganar la partida. 

The buck's stops here

Allí estabamos. Juntos otra vez. Sentado frente a tí. No sabía que decirte. Tuve que leer la chuleta. Hablamos en un lenguaje casi olvidado para mi. Con la emoción del momento las caricias pasaron a ser firmes pulsaciones. El sonido se proyectaba dentro mi cabeza. Lineas adicionales amontonadas una encima de otra. Mis dedos eran lentos y torpes. Era incapaz de ejecutarlo todo. Sin embargo me producía un placer mental que despertaba mis sentidos.

Hablé con el viento. No le entendí. La luna era enigmática. Tan negro como una noche sin luna. En mis sueños, por fin, lo entendí todo. La vida te matará... es duro, pero tiene sentido.

The solution to a problem, changes the problem.

Clarificadora pero no reveladora. Omnes vulnerat. La noche fue larga y las conversaciones repetitivas. Nadie estaba a salvo. Todos eran despellejados, incluso yo. Las espaldas no están cubiertas. Estoy en territorio enemigo. Busca una salida. Prefiero atacar. Estoy encendido. Espléndido. Hacía tiempo que no me sentía así. Diarrea mental fluía por mi boca. Menuda bronca. Casi me acojono hasta yo. Me quedé a gusto. 

Rabia contenida hacía más de tres años. El globo a punto de estallar. Sólo necesite un pequeño empujón. No quedaba ginebra, tampoco seven up, la cerveza no tenía gas. Vaya mierda bar. La discusión continua en su casa. En la terraza los vecinos nos hacen callar. Es tarde. Nos metemos dentro. No hay quórum. Una y otra vez siempre lo mismo. Me voy a mi casa. Dios en la todos.

Lo que no te mata, te hace más fuerte
Friedrich Nietzsche.

Tiernamente mortales.

Estaba claro que aquél cuadrúpedo y yo manteníamos un odio mutuo. Mi condición racional (y ochenta kilos de diferencia) me otorgaban cierta ventaja. Sin embargo sus impulsos animales me hacían temeroso de su primer ataque.

Tras un quiebro conseguí que se quedará fuera de la habitación.  Mi paz solo duró un pequeño instante. Aquel bicho tenía la capacidad de abrir las puertas. ¿Por qué aquella casa no tendría pomos redondos?

Sin tiempo de reacción saltó sobre mi pierna. Con sus uñas clavadas en mi cuerpo abrió su mandíbula y clavó sus afilados dientes en mi rodilla. Dolor intenso. Mi reacción no se demoró.

Intenté sacudirme la pierna pero el animal me había apresado con firmeza. Mi mano derecha rodeó su cuello y apretó. Pensé que soltaría inmediatamente. Error. Sus ojos, tiernamente mortales, me miraron fijamente. Su boca se abrió levemente para volverse a cerrar con más energía. Mi dolor se reavivo. Mi mano también apretó su cuello con más fuerza.

Ignoro si la estrangulación fue respiratoria, sanguínea o nerviosa. Por fin tuvo su efecto. Me soltó la pierna. Sin soltar su cuello, lo levanté en el aire y sentí como empezó a convulsionar.  Sus bigotes y su boca estaban manchados con mi sangre. El gato había estirado la pata mientras me miraba.

Seguro que ahora me tengo vacunar de algo.

Y van dos.

Reflujos gástricos reptan por mi esófago en busca de una salida. Llevo dos días con esta mala digestión. Estoy empachado. Mi válvula pilórica también se resiente. Se abre y cierra a voluntad propia. No la puedo controlar. Me supera.
Ignoro lo que me ha provocado este empalago, pero me lo barrunto.

Subordinados. Agentes dobles, "trust no one". Compañeros enojados contra la obstinación. Pronto buscarás ayuda. Sólo habrá puertas cerradas. No te preguntes porqué.

Hace tiempo te avisé. Has pisado una mina y sólo te ha herido. La próxima te hará caer.

Repostando

Fuente: LUIS CEBRIÁN  / Gasolinera  - 1937 - 2008 
El depósito había entrado en reserva hacía más de cincuenta kilómetros y el chivato del salpicadero había empezado a parpadear. En un acto reflejo aprieto el culo. Espero llegar a la gasolinera. Sin mayor consecuencia aparco junto al surtidor. Salgo de la furgoneta y abro el tapón del depósito. Una duda me asalta, ¿Me enchufo la manguera o espero a que vengan a servirme?. No tengo prisa. Tampoco me van a bajar el precio por ahorrarles trabajo. ¡Qué se gane el pan!.

Mientras espero al gasolinero palpaba mi cuello con la intención de calmar mis doloridas contracturas. Al tiempo se dirigía diligente una empleada de la gasolinera. Aspecto sudamericano. Gafas, delgada, tez morena, baja estatura. Todo ello adornado con una bizca mirada de fines aviesos. Trás enchufar el boquerel del la manguera me pregunta:

- ¿Ha ido alguna ves al quiropráctico?
Sorprendido por la pregunta le respondo que si.
- Y... ¿no conosera algún quiropráctico de confiansa donde pueda ir?. Tengo la espalda destrosada.
- La verdad es que siempre que  he ido al masajista ha sido en Huesca - Le respondo, mintiéndole vilmente. No tenía ganas de darle el teléfono de nadie.
- Es que una ves fui a uno que no hasía más que acarisiarme lo senos.

Ante estás psicotrónicas declaraciónes bajé la vista para mirarle las tetas. Nada del otro mundo, más bien escasas para mi gusto. Mi cara era un poema. No sabía que expresión poner. Si reír o compadecerla.

Ciertamente me quedé con ganas de preguntarle si no distinguía entre una casa de masajes y un masajista.

Haz lo que quieras

Como el rosario de la aurora. Así parecía acabar aquella noche para ti.
--Tú, haz lo que quieras-- te decía ella con una única lectura. (Léase: Como te vayas con tus amigotes y sigas de juerga, prepárate a dormir en el sofá dos o tres meses).
Tu nublado entendimiento te llevaba a insistir en tu pregunta. Craso error. Ahora la bronca era un hecho.
Ajeno a los exabruptos, daba vueltas a un árbol esperando un momento de calma en el que pudiera salir de aquella tierra de nadie en la que me hallaba. Nunca me gustó estar en medio. La marejada había cesado pero la mar todavía estaba picada. Busque un buen banco en el que aguantar las olas. Aún así me salpicaron.
Sabiamente (y ebriamente) os retirasteis. Sólo quedamos tres naufragos de la noche sin puerto dónde atracar. Era domingo y todos los faros estaban apagados. Alguna farola lucía ténuemente y nos dio cobijo. La farola era incomoda y ruidosa pero nos intentaba tratar dignamente.

"El que diga que la vida es otra cosa es que no la ha vivido"
Naufrago de la noche antes de la retirada

El amigo de bafomet.

La luz brillaba por su ausencia. La raza negra predominaba entre los presentes. Música ensordecedora retumbaba dentro de mi. El amargo olor a cerveza inundaba mi pituitaria.

Ya lo había visto hacía un rato. Lo había ignorado. Esta vez no pude. Frente a frente. En un gesto fraternal arqueé las cejas mostrándole mi incomodidad ante tal aglomeración humana. Su aspecto era más bien inquietante. Cabeza rapada, perilla, tirantes. Todo hacía apuntar hacia su diestra. Un segundo después de que nuestras miradas se cruzaran alzó su puño y me lo mostró para que lo chocara. No dude. Sus nudillos estaban agrietados. Probablemente de la última paliza que había dado. Chocábamos nuestros puños. En ese instante alcé mi cerveza en señal de camaradería. Él alzó la suya. Quizá ya eramos amigos. No lo volví a ver en toda la noche.

Salí del bar. Era tarde pero todavía quedaban unas horas para el orto. Estaba cansado.


Tambores de Guerra

La noche es cerrada. No hay luna y el cielo está cubierto de nubes. Chispea. Las luces de carretera apuntan al infinto. La linea discontinua se pierde en el horizonte. Allí es dónde apuntan mi ojos. Mi mente esta en otro lugar. Ian Paice marca el ritmo. Frenético. Seis minutos de tambores tribales hacer hervir mis pensamientos. La linea que divide por la mitad las zonas intertropicales es la que me concome.

Buñuel no podría haber imaginado el surrealismo que en mi colmena acontece. Peones que desafían al Rey. Lo quieren poner en jaque. Ilusos. ¿Acaso pensais ganar la guerra? Otrora pudisteis causar alguna baja en cierta batalla. Ahora mi ejercito está preparado. Ahora no sólo sereis vencidos también os derrotaremos. Os someteremos y tendreís que acatar nuestras órdenes con el respaldo del Rey.


La dama y la Virgen del Rocío.

El verano había sido caluroso pero aquella noche hacía falta abrigarse. Salimos los tres del bar. El cierzo nos estremece. Ella espetó.
- Uf... tengo ciertas tensiones que debo aliviar.
- Pues nada, entras de nuevo al bar, que nosotros te esperamos aquí. - Respondo.
- Pa'que voy a entrar otra vez. El frondoso follaje de aquellas adelfas es todo lo que necesito para aliviarme.

Epatado por la sencillez y vulgaridad de sus palabras observo atónito, la que hasta el momento me había parecido un poco pija, como diligentemente se dirige a las adelfas, se desabrocha el botón de sus pantalones y lanzando entrambas posaderas al aire se dispone a hacer lo que otra no pudiera hacer por ella.

A pesar de haber educadamente apartado la vista, y que las adelfas no eran lo suficientemente frondosas, me fue inevitable el ver aquellas bragas color carne. Cualquier picaresca intención que pudiera albergar dentro de mi de mirarle el culo a aquella dama había sido anulado. Dicho color es para mi el más antierótico que la ropa interior conoce.

-Podéis pasarme un pañuelo de papel. Bueno mejor traerme el bolso entero. - Dijo con cierto apuro.
-Que pasa ahora las adelfas no son lo suficientemente suaves para ti. - dije en tono burlón.

El frío nos hacía superar la embriaguez de nuestros cuerpos y mentes con mayor rapidez de lo habitual. Buscábamos un taxi. Queríamos ahorrarnos media hora de paseo bajo aquella gélida temperatura. Caminábamos mirando hacia atrás. Atentos. Buscando un coche con una luz verde en el techo. Sin previo aviso un chiflido, más propio de un camionero que de una dama, me deja sordo. Al instante un taxi para delante de nosotros. Ella se sienta delante.

Le indicamos nuestro destino al taxista. Ella empieza a sacar brochas y pinturas de su bolso sin fondo. Baja el espejo de la visera del taxi y se empieza a decorar el rostro. Todavía no se había dado la primera pincelada cuando el taxista comentó:
- Si necesitas más luz... enciendo ésta. - Un foco para alumbrar un campo de fútbol iluminó su rostro.
El taxista no sabía que aquel gesto para ganarse el agradecimiento de la dama le iba a suponer un completo "vía crucis" hasta que nos apeáramos.

Estación Segunda: "La dama empieza a cambiar el díal de la Radio."
Mi educación en colegio de pago y los cánones de las buenas costumbres me habían enseñado que aquello era una herejía. Pero allí estaba ella. Tocándole los botones de la radio para quitarle la COPE y sintonizar la Máxima FM. Chunta, Chunta.

Estación Tercera: "La dama rebusca entre los discos del taxista."
- Dios mío. ¿cómo te puede gustar la Pantoja?. - Sin respeto alguno por aquel desconocido había decidido tutearle y de paso criticar sus gustos. El taxista lejos de amedrentarse dijo:
- Doña Isabel es la más grande.-
- Que ha parido España. - Dije yo concluyendo su frase.
- Mira a ver si tiene la de "virgen del rocío" en el disco y la pones. - Continué diciendo
- Como escarpias se me ponen los pelos cada vez que la escucho. - Replicó el taxista.

Por suerte o por desgracia nuestro trayecto se había acabado. Bajamos del taxi y seguimos la fiesta.


The happiness is a warm gun

Semanas de sequía literaria han inundado mi ser. Quizá sea un bloqueo de escritor. Quizá sea que perdí mi musa. El pasar de los días incrementa mi quemazón interior. Mi sangre hierve por momentos. Busco enfriarla en amigos y colegas que comprendan mi posición. Sólo obtengo palmaditas en la espalda. Tengo que actuar. Es perentorio un cambio en mi postura, en mi forma de pensar. El papel de malo no me pega. Debo encontrar otro modus operandi. Probablemente la psicología de Benjamin Linus me ayude. Qué parezca que se les ha ocurrido a ellos. Eso es. Tendré que mejorar. Merecerá la pena.

Alguno parece haber olvidado aquellos días en los que se sacrificaban peones para salvar al rey. Se creen en un statu quo intocable. Se piensan imprescindibles por se únicos. Nadie es imprescindible. El rey tiene la mano suelta y no duda en sacarla a pasear cuando se le pone una mosca en el morro. Debes comprender que aquellos trabajos de esclavo de los que te librabas otrora ahora también son tu tarea. El camino de la puerta es amplio y luminoso. Fuera aguardan ávidos de empleo millares de potenciales hormigas dispuestas a hacer encantadas esos trabajos que a ti te parecen dignos de simios.

Si no te he mandado alguna tarea ¿Por qué has asumido que la tenías que hacer tú?. No abuses de ciertos privilegios y contraseñas secretas. Te voy a cerrar todas las puertas. Estás paseando por el borde del precipicio. Debes de tener cuidado, los días de tormenta se acercan y es posible que resbales. Donde dije digo, digo Diego. Esto ya no es una colmena donde hay obreros y zánganos.

Las minas a tu alrededor son demasiadas. Tarde o temprano pisarás una.




Desolación - Insolación

El café de la mañana prometía. El último encierro de San Fermines acaparaba la atención de los tertulianos de la tasca.
-- Un toro siempre correrá más que una persona... ya que el toro tiene cuatro patas y el hombre solo dos. -- Apuntaba uno sin mucha gracia.
-- La única forma de correr más que un toro es cuesta abajo.-- Le espetaba su amigo.
-- Ya está él del chiste de las ocho cinco-- Gritaba otro con una faria a medio consumir.

La tertulia taurina no evolucionaría más. Pagué mi café y seguí camino.

[...]

El astro rey se ha esmerado. El sudor de mis parpados se metía dentro de los ojos. Era como abrir los ojos cuando buceas en el mar. Las secreciones de mis poros dibujaban unas marcas con forma de cara sonriente sobre mi camiseta. Empapado. Sólo quería terminar. A pesar de las innumerables complicaciones el trabajo estaba saliendo bien. Estábamos produciendo. Sólo quería terminar.

Tantas horas bajo el sol me han conducido a un estado catatónico. El estupor mental me hacía alucinar. Estaba viendo personas que sabía que no podían estar allí. Tenía visiones. Para mi eran reales. No me las podía creer. Llamo por teléfono a mi visión. Confirmo que mis ojos me engañan. Muchas horas bajo el sol. Mañana más y parece que peor.

Consciente de mi lamentable estado mi visión me ha invitado a un par de jarras de cerveza. Nectar de Dioses.

Reconocimiento Médico.

Probablemente el galeno me diga que estoy como un tafugo. Nada nuevo. Quizá alguna arroba más. Lo mismo le hago caso y me pongo a dieta. De momento el sábado ya tengo programado un chuletón. De todas los chuletones no tiene grasa son todo proteínas.

También me dirá que he perdido vista en el ojo derecho. Lo mismo me hace ir al oculista. Espero leer primero con el izquierdo y poder memorizarlas. Los vagos no se molestan en cambiarlas.

Lo mejor de todo es cuando me preguntará si bebo. Está vez ya no diré que algún fin de semana. Le diré que un sol y sombra para desayunar con dos aspirinas. Luego me preguntará sobre las fuentes radiactivas con las que comparto mi existencia y si mi dosímetro es de termoluminiscencia.

A parte del tafugo me dirá que estoy como un Mihura. Después de ponerle las banderillas apostillaré.

Luego llegarán los resultados de los análisis. Esos serán harina de otro costal. El ácido úrico rozará limites insospechados mientras que el colesterol y lo demás estará en niveles normales.

Todos años lo mismo.