Continuamos para bingo

Después de 31 días de trabajo sin descanso alguno por fin tuve cuatro días para disfrutar. Aún estaba saliendo del curro que ya estaba quedando con mis amigos para tomar un dueto cervecil. Excepto el señor devortikanievo y yo todos trabajaban al día siguiente así que aquel y yo decidimos exprimir un poco más la noche de un miércoles de agosto.

Tras una frugal cena con tintes teutónicos pasamos por la puerta de un bingo. ¿No hay huevos o qué? exclamó mi amigo... La cervezuela de la cena cumplió con la función desinhibidora que necesitabamos para entrar a un bingo. Los dos eramos vírgenes en lo a que bingos se refiere así que andábamos un poco perdidos.

Nada más entrar tuvimos que presentar nuestros DNIs caducados. Después de confirmar que no eramos ludópatas registrados nos dejaron entrar. La sala estaba prácticamente vacía. 50 personas como mucho. No tuvimos problemas para sentarnos en una mesa. Rápidamente se nos acerco un muchacho con claros signos de homosexual a vendernos cartones. Debido a que era nuestra primera vez solo nos atrevimos con un cartón para los dos. Durante cuatro cartones no conseguimos cantar ni una sola linea, a pesar de haber estado un par de veces a tiro de uno para bingo. Con el quinto cartón Fortuna giró a nuestro favor.

Nos sentíamos como Pajares y Esteso en "Los Bingueros" sólo nos faltaba un número para cantar bingo. Un 66 y seríamos un poco menos pobres. Por fin salió. De forma estentórea gritamos a coro "BINGO". Acto seguido nuestro amigo el homosexual se acerco para comprobar el cartón. Se lo había llevado pero no nos dio nuestra recompensa. Más tarde comprendimos que nos lo traería más tarde. "Enhorabuena chicos..." nos dijo cuando nos trajo en bandeja de plata nuestro premio.

Decidimos seguir jugando hasta agotar el bote inicial para luego marchar con los beneficios. En aquel momento Fortuna dejó de girar. Nuestro amigo homosexual fue reemplazado por un sosaina al que no le gustaba su trabajo o al menos eso parecía con su cara de amargado. Y además se sentó en la mesa de al lado un tipo calvo al que calificamos como gafe.

Los siguientes cartones prácticamente acababan inmaculados. Cuando el bote terminó repartimos los beneficios y nos fuimos a recenar en vaso.

Bujarras

La obra en la que yo trabajo es como un pueblo. Allí todos nos conocemos. Y como en los pueblos exiten las envidias y chismorreos. Uno de los chismorreos más jugosos de los que circulan hace referencia a la condición sexual de una de las cabezas responsables de toda la obra. Por llamarlo de alguna de manera le llamaremos "Rompetechos", ya que su condición física es bastante similar a la de este cómico personaje. Metro sesenta y cinco, calvo y acostumbra a llevar en verano un gorro tipo ozores a juego con unas gafas de sol tipo "paellera" de estas que llaman modernas.

Pues bien. El caso es que estaba yo dentro de mi furgoneta hablando con un maquinista cuando se acerco él. Su forma de entrar en la conversación fue la siguiente: Al mismo tiempo que palpaba el bíceps de mi brazo apoyado en la ventanilla de la furgoneta dijo: "Vaya Pequeño Buda menudo brazo tan fuerte que tienes de darle al mallo". Sinceramente me quede sin palabras. Mi masculinidad estaba siendo atacada de frente.

Desde este instante el rumor sobre la condición bujarra de "Rompetechos" se vio incrementada de manera notable.

[...]

Pero mis historias con personas de dudosa condición en la obra no terminan aquí. Ayer, cuando entre al bar para rehidratarme un poco me encontré con un peón. Un tipo italiano del que ignoro su nombre. Normalmente entiendo un poco todo lo que me dice, pero ayer iba un poco achispado y no conseguí entenderle mucho. Tan solo que estaba hasta los huevos de los "Putos vagos portugueses" y que se volvía para Italia. Lo que me sorprendió fueron sus gestos y acciones. La manera que tuvo de saludarme fue agarrarme por la cintura y apretar mis moyas posteriores. Esto ya me pareció sospechoso pero lo que más me sorprendió fue cuando se despidió déndome dos besos. Flipé.

No sé si los italianos tienen estas costumbres. Siendo así soy un inculto, sino es que era maricón.

Tercer Mandamiento

Memento, ut diem sabbati sanctifices.
Sex diebus operaberis et facies omnia opera tua;
septimus autem dies sabbatum Domino Deo tuo est; non facies omne opus tu et filius tuus et filia tua, servus tuus et ancilla tua, iumentum tuum et advena, qui est intra portas tuas (Ex 20, 8-10).


Con esta es la cuarta semana que trabajo sin descanso alguno. Ni un sólo día de recuperación. Mi cuerpo y mi mente están bajo mínimos, a ralentí. Cuanto más abarco más me piden. Han conseguido agotarme y encima parece que la culpa sea mia. Seguramente si. Me cuesta decir que no. Aparte de todo sería complicado que alguno de mis compañeros me sustituyera al 100%. Para ello necestaría un mes en explicarselo todo, y no creo que me quede ni un mes en la obra.

Toda mi depresión llega cuando uno, que tiene unas expectavivas de guardar fiesta el día de la virgen de agosto, le dicen la vispera que tiene que trabajar. Ya no respetan ni el tercer mandamiento. Malditos herejes bastardos.

Y todo porque un tren pase un día señalado. ¡¡¡Cómo si fuera el primer tren que llega tarde!!!

Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para el Señor, tu Dios. No harás ningún trabajo (Ex 20, 8-10).

En cuanto aparcó su BMW lleno de polvo sabía a lo que venía. Empiezo a ser perro viejo y a los dueños de las plantas de hormigón se les ve de lejos. A este también se le olía. De su boca salía un enorme puro humeante que emana un aroma a tabaco bastante agradable. Su redonda tripa caía por encima de la cintura de sus pantalones y la camisa se le iba saliendo a cada paso que daba.

- Buenos días. Soy José Linares, responsable y dueño de la planta de hormigón. ¿Qué te ha dado el cono? Me preguntó mientras me alargaba la mano.

- El pequeño Buda para servirle a Dios y a usted. Siete me ha dado el cono. Le respondí con notable sorna.

El apretón de manos fue firme y corto. Parecía una persona que no se andaba con ambages. No tardó en demostrarlo.

- Si tienes algún problema con alguna cuba porque viene muy blando. Tú me llamas que lo podemos arreglar... Me dijo mientras me alargaba su tarjeta.

No sé con que cara lo miré, nunca me habían hecho una proposición así. Menudo mafias.

- No se preocupe que lo haré. (Para decirle que la hemos devuelto, pensé)

Dio una bocanada a su puro, y se fue por donde había venido.


As soon as you're born they make you feel small
By giving you no time instead of it all
Till the pain is so big you feel nothing at all
A working class hero is something to be.

John Lennon.



Sin rencor

Ser el hermano pequeño tiene sus ventajas. Pero también tiene sus desventajas. Cuando tus hermanos mayores hacía alguna trastada era fácil echarle la culpa al hermano pequeño, osea yo. Pero al contrario no era tan sencillo. Mi credibilidad siempre quedaba en entredicho.

Durante mucho tiempo mi hermana se dedicó a pegar en la parte inferior de la mesa de comer las pegatinas que venía puestas en las naranjas. Si mirabas por debajo la mesa veías como "pillín" se amontonaban encima de las "pimpolla" y otras muchas de las que no recuerdo su nombre.

Tal afición era más propia de un crío de 10 que de una adolescente de 15. Por lo cual cuando mi padre se percato de la decadente situación del tablón de haya, al pequeño buda le cayó un sermón después eso sí de haber recibido la comunión u hostia. Recuerdo la cara de satisfacción de mi hermana mientras yo recibía aquel sacramento. Se lo habían tragado, lo había conseguido, había conseguido que su queridísimo hermano pequeño se comiera una bronca que debía haberle caído a ella. El pequeño hijo mimado que siempre recibía todas las atenciones, todos caprichos estaba siendo castigado por un crimen que ella había cometido. Un crimen que debió empezar como un juego o una inocente diversión. Un crimen del que salió impune con solo decir: "Ha sido el enano"

Omnes vlnerat

Es curioso. Aún a sabiendas de que no he escrito nada entro a mi blog. Yo mismo me desilusiono de ver que no he escrito nada, entonces entro en una paranoia mental y no se me ocurre nada que escribir.

En un intento por combatir el calor y relajarme me he ido a la piscina después del curro... El ser socio de una piscina siempre lo asocié a un lugar donde reinaba la paz y el sosiego. Hoy, sin embargo, no he podido encontrar la calma que mi alma anhelaba.

Tras hacerme unos largos me he tumbado en la toalla en posición de decúbito prono (osea boca bajo). Tenía intención de echarme una cabezada. Ha sido imposible. El sistema de megafonía del centro tenía la culpa. Ahora como somos europeos nos tienen que recordar cada dos minutos que no pisemos el césped con calzado de calle, que respetemos el horario de las piscinas y que la puta madre de un tal "Rubén Paredes" le está esperando en portería.

Mi enervación iba in crescendo cuando por fin ha llegado a su cenit. No tendría quince años, pero su lenguaje era como el de un camionero. Cada frase empezaba y acaba con la exclamación co. Y todo ello iba aderezado con superfluos insultos a las deidades. Si hubiera sido varón no le restaría importancía pero lo peor de todo es que era una niñata. Una niñata con el móvil introducido en un inexistente canalillo generado por un wonderbra. Un pantaloncito de caja baja que le permitía lucir ambos huesos de las caderas y unas chancletas que dejaban ver las uñas de sus pies pintadas a juego con su top. Todo era ella era muy fashion !co!


Espérame en el cielo

Lo primero que debo hacer es disculparme ante mis lectores por la situación de abandono a la que les someto. Sé que muchos de vosotros visitáis diariamente este rincón para ver si me he dignado en contaros algo, y os vais con la pena de no haber hallado escrito alguno.

Ayer era un martes cualquiera, hacía calor y yo estaba en mitad de la estepa aragonesa dándole al mallo. Gotas de sudor deslizaban sobre mi frente cayendo al árido suelo. Suena mi móvil. Me llega un mensaje. Pierdo la concentración fallo el mallazo. Leo con atención la pantalla de mi celular. Es de reptilgusano. "El fary ha muerto". Todavía leyendo vuelve a sonar. Otro mensaje. Distinto emisor pero el mismo contenido. Imposible sea una broma.

Ya lo decía él en una de sus canciones:

La vida es un mal asunto,
mal asunto, mal asunto,
cualquier día te acuestas
y te levantas difunto.
Mis amigos siempre me tildaron de freaky por cantar sus canciones. De hecho en la primera entrada de este blog escribí una lista en la que en el punto número dos hacía fiel propósito dejar de cantar y oír sus canciones.

El rey de la copla-pop como lo han bautizado post-mortem tenía una forma muy española de entender la vida. Juerga, mujeres, alcohol y hasta drogas. Sus canciones no daban lugar dudas.

Una vez estuve en un concierto suyo. Allí estaba yo el tipo raro que se sabía las letras de sus canciones y no precisamente las dos que se sabe todo el mundo. ¿Cómo era posible que el raro fuera yo? Cuando vas a un concierto de alguien es porque te gusta... supongo.

Ahora estará con Porriña, Pepe Marchena y Manolo Caracol a los que cantó henchido de orgullo en una de sus coplas.


Un nuevo Mesías

Todos los días cuando volvía a casa del curro leía la misma pintada escrita en un estribo de un paso superior: "Dios vive. Te ama y te quiere ayudar". Todos los días me hacía sonreír. Siempre me daba por pensar en el tipo de persona que es capaz de subirse ahí con un bote pintura y escribir semejante aseveración. Seguramente un ser superior.

Durante la última semana he estado padeciendo las obras de conservación de dicho paso superior y me temía lo peor. Hoy habían pintado el estribo y por tanto habían borrado la pintada. "Dios ha muerto" he pensado inmediatamente. Justo en ese instante me ha adelantado (de forma imprudente) un BMW descapotable de color negro, y conducido por un fulano con la típica pinta de proxeneta. Pelo engominado peinado hacia atrás y gafas de sol. "Viva el superhombre" he exclamado en voz alta a la vez que tocaba la bocina de mi furgoneta.

Azares del destino querían que el superhombre y yo lleváramos el mismo camino. Cinco minutos más tarde he visto su coche volcado en la cuneta de la autopista. La ayuda ya estaba organizada así que no he parado para verificar que el superhombre estaba muerto.

Si Dios ha muerto y el superhombre también... ¿Qué nos queda? El nihilismo.

Todos mis principios morales (Si es que los tenía) han sido destruidos en diez kilómetros de circunvalación.

Espero que mañana aquel exaltado que un día pinto el estribo del puente haga nacer un nuevo Mesías.

Murcia ahí te quedas.

Un lunes antes del amanecer marché hacia el levante español dispuesto a conquistarlo. Después de unos 630 km de coche llegué allí a eso de la hora de comer. Como es habitual en los habitantes de este planeta comí y después de ello me embarqué en la ardua tarea de buscar piso.

Para empezar no alquilaban pisos allá donde iba a tener que currar. Ya que como era un sitio con playa y turístico la gente solo alquilaba para temporadas cortas, un mes como mucho. Les salía más rentable decían. Seis o siete inmobiliarias más tarde decidí irme 35 km al norte a probar suerte. Allí se encontraba la localidad de Lorca. Llena de moros y ecuatorianos. Ahí si que encontré pisos que me alquilaban gustosos. Eran caros eso si. La cosa rondaba por unos 500 + 60 de comunidad.

Paralelo al piso me di cuenta que todo el pueblo era zona azul y que la cosa de dejar el coche era imposible. Tras preguntar a los lugareños la conclusión que obtuve fue que tenía que alquilar una plaza de Garaje. 100 euros más.

Para ser un pueblo lleno de moros el nivel de vida era más alto que en Zaragoza.

A pesar de todo esto aun estaba decidido a trabajar allí, iba cobrar bien y me lo podría permitir.

Por la noche había quedado a cenar con el fulano que me iba a contratar, durante la cena me estuvo contando lo que era la obra y cuales serían mis funciones, previo interrogatorio sobre mi vida obra y milagros. Con el café me sacó el contrato para que lo firmara. Tras una lectura detenida y pausada llegué a la parte que me interesaba, el dinero. Para mi sorpresa observé estupefacto que que la cifra no era la esperada, allí faltaban 5000 euros, rápidamente exclamé que aquello no era lo que me habían ofrecido por teléfono. Ya sabía yo que te darías cuenta -respondió Modesto (pues así se llamaba aquel cabrón que hubiera sido mi jefe). Es que tengo estudios, le respondí sin pensar.

Me dijo que había habido un error desde el principio y me habían dicho mal el sueldo. Y que eso era lo que había. Le dije que me lo pensaría y que al día siguiente le daría una respuesta.

La noche del Lunes al Martes prácticamente no dormí. Era una mezcla de inquietud, nervios y pensamientos que se retorcían en mi mente. A pesar de que estaba en un hotel de cuatro estrellas y tenía una cama de dos por dos era imposible conciliar el sueño.

Por la mañana lo veía todo más claro, mi epicúrea filosofía me había dado la clave. Trabajo para vivir. No estaba dispuesto a Vivir para Trabajar. Así que lo llamé y le dije que no contara conmigo y se fuera buscando otro pringao.

Cogí el coche y me volví a cruzar media península.

Para mi la siesta es algo sagrado. Un elemento de culto, veneración y práctica. Suelen ser habituales las veces en las que interrumpen mi siesta. El teléfono suele ser el principal culpable pero hoy ha sido algo mucho peor...

Domingo cuatro y media de la tarde. La ventana abierta. Las corrientes de aire me obligan a taparme con una chupa de cuero colgada en la percha de forma perenne. La persona más feliz del mundo en ese momento. No hay preocupaciones. Solo paz. De repente una música que me es familiar me enerva sobremanera.

Dos notas me son suficientes para reconocer esa melodía pegadiza de armonía sencilla. Abro los ojos y me digo en voz baja "cabrones"... Malditos peperos con su unidad móvil de propaganda electoral. Si esa es la forma que tienen de ganar votos van buenos... No pensaba votarlos pero ahora voy a hacer una campaña para que la gente no lo haga. La gente tiene que saber a lo que se dedican esos "barfulaires". Mancillar de semejante manera mi siesta del domingo. Inconcebible.

Olfateando

Rayos penetrantes de nuestro astro rey incidían directamente sobre mi piel. No he tardado en notar un leve picor en mi cuello. Me he quemado. El trabajo al aire libre es lo que tiene. Siempre tienes buen color.

He llegado a casa y después de ducharme con agua fría he buscado en el armario de las cremas y los "potinges" el aftersun. Lo buscaba con deseo. Era un intento inútil de recordar aquel primer día de playa del verano dónde te mimetizas con el entorno y puedes pasar por el señor cangrejo. Desilusión. Aquella crema blanca no olia igual que siempre. Solo había dos opciones posibles: o el bote estaba caducado (que no era el caso), o que hubieran cambiado su perfume.

Algún desaprensivo innovador decidió cambiar el sello identificativo de aquel remedio milagroso contra las quemaduras solares. Ese olor que siempre he relacionado con el verano, con la playa, con el mar. No sé porque lo han cambiado. Espero que no decidan cambiar otros olores como el de la gasolina, el olor a garaje, el de los rotuladores indelebles o el del pegamento "Imedio" (también conocido por el sabor de un melón bien maduro).

Son olores que no me dejan indiferente. No me gustan, pero tampoco me repugnan. A veces hasta tiene cierto encanto ese olor a gasolina entre dulce e irritante.

Una vez pasé por Murcia capital. Aquella ciudad tenía un olor completamente desagradable. Era una mezcla de cítricos pasados y flores del campo húmedas. Me produjo la misma sensación que oler una bayeta mojada. Otro día ya os contaré por qué fui hasta allí.

Divagando

Esta semana se me está haciendo larga y eso que sólo tiene cuatro días. Cuanto menos trabajo tengo más larga se me hace. El viernes abofetearon (sensu stricto) a uno de los cabrones de mis post anteriores. Seguramente no era la forma correcta de pedir las cosas pero por menos dinero la mafia te pega cuatro tiros. Aunque se haga larga estos cotilleos le hacen pasar a uno el día más entretenido. Y es que estoy rodeado de correveidiles.

También estoy rodeado de incompetentes. Sistemáticamente cuanto más incompetentes son más alto están en la jerarquía de mando y más dinero cobran. Ni que decir tiene que yo soy el que menos cobra de toda la obra.

Si tienen que ahorrar cuatro duros en la ejecución de la obra dejan al laboratorio a media jornada. Y cuando el laboratorio les da soluciones para ahorrarse unos cuantos millones en tiempo y dinero, se lo pasan por el escroto o vulgarmente dicho "el forro los cojones".

Estoy empezando a pasar de todo. Nada merece tanto la pena. Pienso en huir en dejarlo todo. En empezar una nueva vida como artista bohemio. Nadie me entendería. Ya nadie sabe escuchar el silencio. Todo el mundo oye música. En el trabajo, en el coche, planchando, cocinando, amando... Nadie escucha música. Nadie se sienta y se pone un disco. Otrora si se acostumbraba. Ahora se ve la tele.

La gente se pone auriculares para ir por la calle. Nadie disfruta de los sonidos del mundo. El rugir de un motor,
el piar de pájaros, la bocina de un camión, el agitar de las hojas de los árboles, el ajetreo de la gente, el agua del río, los pasos de quien me sigue, el ritmo de mi corazón... Contrasentidos que explotan en mi mente. Me hacen sentir vivo.

Vivo pero no sé para qué. ¿Para ir a trabajar todos los días? ¿Para aguantar a todos esos incompetentes que me rodean...? Los lunes deseo que llegue el viernes. Los viernes ya me dan la sensación de que empiezo a malgastar otro fin de semana.

El último fin de semana no lo he malgastado. Memoricé una nueva cita de la biblia que incluir a mi repertorio. Todo gracias a los panfletos de la iglesia evangélica del barrio. Algún día me pasaré por una de sus celebraciones a ver si soy bienvenido.

Más cabrones.

Hoy en día no te puedes fiar de nadie. No, de ellos tampoco. Son lo peores. Putos correveidiles. No puedes decir nada. A la media hora ya lo sabe quien no debiera y te cae un chorreo. Lo peor de todo es que ahora no le puedo partir la cara al chivato, porque lo volverá a hacer.

Trust no one. Ya lo dijo garganta profunda en Expediente X. No le hice caso. Así me ha ido hoy. No volverá a pasar. No le voy a dar agua ni al amigo. Me limitaré a ser el señor hormiga. A no pensar. Solo trabajar. Se acabó el meterme en camisa de once varas.

No merece la pena tanto azufre y tanta radioactividad. Es peligroso. Me descubro a mi mismo con pensamientos psicópatas. ¿Será peligroso? o tan solo estoy bajo los efectos de mi amigo el acusica.

Cabrón

La primera acepción de la Real academia de la lengua española define así el termino "Cabrón":
1. adj. coloq. Dicho de una persona, de un animal o de una cosa: Que hace malas pasadas o resulta molesto.

Dicho esto... raro es quién no tenga un jefe cabrón. Yo tengo uno de estos. Ya me habían llegado rumores, pero hoy me lo han confirmado. Soy el nuevo y flamante nuevo jefe del área de viales. Cualquiera podría pensar que esto es bueno. Yo no lo veo así.

Para empezar no me he enterado gracias al jefe, sino a la zagala de calidad que me ha pedido mi firma para incluirla en los informes. Tras esta pequeña sorpresa he ido a hablar con el cabrón. Pues no me parece ético firmar cosas que no tengo ni pajolera idea de lo que son. Y segundo y más importante, ¿cómo un puto auxiliar técnico, como yo(por lo menos eso pone en mi contrato), puede firmar informes?

A la primera cuestión ha puesto remedio fácilmente, pero la segunda ya es harina de otro costal. Él está dispuesto ha hacerme contrato de licenciado, pero no me va a pagar las horas extras que me va obligar a hacer. Por lo que me quedaría más o menos como estoy, económicamente hablando.

De momento me quedo como estoy hasta que termine la obra en la que estoy. Pues la perspectiva es que voy a hacer horas por un tubo. Cuando acabé la obra... todo apunta, si no se tuercen las cosas, a cambio de rumbo en mi vida laboral.

Haciendo amigos

Allí estábamos los de siempre, en el lugar de siempre. Echando pintas de cerveza y hablando de cosas banales y otras que no lo eran tanto. El señor Tonel marcaba con el dedo puntos en la diana en una partida que alguien había dejado empezada. De repente salió del baño un fulano que le pidió que no hiciera eso. La partida la había empezado él y quería continuarla después de que nos fuéramos de aquella zona del bar.

El señor Tonel avergonzado por la situación y por haberle destrozado la partida quiso pagársela a aquel individuo. Dijo que no. Que mejor que porqué no echábamos una partida con él. Después de haberle jodido la partida no le podíamos decir que no a aquél pastillero. Amante de los coches potentes tuneados y la música tecno-house.

Tonel, el pequeño Buda y City o Cipri o no sé como dijo que se llamaba. Hacía tiempo que nosotros no jugábamos lo que aquella primera partida en realidad fue un calentamiento, además las dos pintas que circulaban por mi cuerpo habían cambiado mi centro de gravedad lo que provocaba una deriva de mis dardos bastante notable.

El momento critico llegó cuando el señor City, en un alarde superioridad nos "enseño" como debíamos de coger el dardo, apuntar y la lanzar. Me jodió. Como se atrevía alguien que a pesar de tener puntería tenía la precisión en el agujero del culo a darnos clases...

Tras ganarnos la primera partida sin mucha dificultad quiso que echáramos otra (para ridiculizarnos un poco más... supongo). Yo había empezado a segregar algún tipo de hormona que había reseteado mi eje de coordenadas. Mi nueva situación no se hizo esperar. Cerré algún número en la primera ronda y de paso le metí unos cuantos puntos.
Su semblante había cambiando. Yo me empecé a divertir. En ocho rondas había cerrado todo a falta de la diana. En mi vida había jugado así. Me sentía un ser superior delante de aquel patán. Ahora ya no jugaba para ganar, ahora jugaba para divertirse y conocer gente decía entre avergonzado y humillado.

Tras la paliza que le dimos al palizas ese, aun quiso jugar una tercera partida. Le dejamos ganar. Si no lo hacíamos lo más probable es que hubiera llamado a sus amigos matones para que nos dieran una paliza, y no a los dardos precisamente.

Por un perro que mate

Hubo un tiempo en el que yo era una persona más o menos sana. No hacía deporte en exceso, pero al menos me desplazaba por la ciudad de forma saludable. Al principio iba andando a los sitios si no estaban a más de 40 minutos de camino sino cogía el autobús.

Durante mis años de universidad me aburguesé un poco y empecé a desplazarme por la ciudad en bici. Me consideraba un ser superior montado en aquel artilugio capaz de saltarse atascos y llegar siempre el primero a los sitios. Durante siete u ocho años solo tuve dos percances... El coche que me tragué (puto pizzero que se cruzó) y el perro que maté.

Ahora me río de aquel incidente con el jodido yorkshire terrier con lacitos rosas. Pero ciertamente pasé momentos de tensión. Circulaba delante de un autobús de la línea 22 por Anselmo Clavé, a la altura de la vieja estación del portillo, cuando aquella bola de pelo lacio saltó delante de mi rueda delantera. En décimas de segundo valoré la situación.... si freno el autobús me pasa por encima, así que levanté la rueda delantera lo suficiente para pasar por encima del perro sin caerme y mi rueda trasera hizo el resto.

Unos metros más alante paré y empecé a retroceder por a la acera. No llevaba dos pasos cuando una señora con abrigo de pieles, la cara pintada con espátula y unas gafas de sol de paellera se abalanzó sobré mi infiriendo estentóreos exabruptos.

A pesar de mi desgracia fortuna giraba a mi favor. Los hechos habían sucedido delante de la garita del policía que vigila la entrada a una casa cuartel. Él me defendió ante la señora e incluso la amenazó con denunciarla por no llevar el perro bien atado.

A lo que iba. Antes era un ser social que contribuía a la no contaminación usando los transportes públicos y otras alternativas más sanas al coche. Pero algo en mi ha cambiado. Estoy sufriendo un proceso de españolización.... No hace muchos días que tenía que ir al centro. Era una tarde que llovía con fuerza. Era un día de esos que se montan unos atascos monumentales.

Con un par de narices cogí el coche y me sumergí en la circulación de la ciudad. A pesar de todo no me costó mucho llegar, y lo que es más sorprendente... encontré aparcamiento a la primera y en la mismísima puerta. Me sentí como esos que cogen el coche para todo. Esos de los que siempre he protestado y lo seguiré haciendo. De todas formas por un perro que maté todavía no se me puede acusar de nada.

De todo un poco

Hace tiempo que no me subía a este púlpito para dar mi homilía. Han sido muchas las palabras de ánimo que me invitaban a seguir escribiendo, pero esta ha sido una época en la que había perdido mi musa. No sé si la he encontrado de nuevo. ¿Qué mas ? El caso es que aquí estoy otra vez.

Muchas cosas han pasado desde la última vez que escribí. Sin embargo nada ha cambiado. Ya queda lejos en el tiempo el bautizo de mi sobrina. Teníamos que llevar a los padres del aceituno (mi cuñado) a Lérida, para la celebración de dicho sacramento. La hora de salida era las 0930 AM y ya pasaban unos minutos cuando mi padre espetó: "Estos cabrones no serán como su hijo" haciendo referencia al gusto por la tardanza al que nos tenía acostumbrado nuestro queridísimo aceituno.

Lo mejor de todo fue la misa. El cura era un iluminado. Un clon de Jesucristo Superstar. Una sotana con el cuello subido le daba un aire bohemio. Su barba bien poblada y desarreglada camuflaba un micro tipo Madonna que aparecía delante de su boca. Como bien habían dicho las marujas a los críos que allí recibían la catequesis era el tercer domingo de cuaresma así que la estola no podía ser de otro color más que violeta.

El diacono que cocelebraba la misa no se quedaba atrás. Supongo que era diacono porque la estola no la llevaba al cuello, sino que cruzaba su cuerpo como si fuera la banda roja del alcalde. Otro síntoma que delató su posición en la escala jerárquica fue que para leer la palabra de dios el que era el presbítero le tuvo que dar la bendición. No eran estos pequeños detalles los que llamaban la atención de este hombre. La cuestión es que era negro. Un negro que se llamaba Juan Carlos y que leía la palabra de Dios en Catalán. ¡¡Cáscatela!!

Una celebración en Catalán de la que nos enteramos la misa la media (nunca mejor dicho). Pero el espectáculo mereció la pena.

[...]

No sé si recordareis que me habían tirado la moto en el garaje. Pues bien la cosa no se ha solucionado todavía. He tenido que pasar al plan B. Como el fulano causante de todo este desaguisado se ha dado a la fuga y no ha dado señales de vida he tenido que ir a la vía judicial. Así que hice un escrito en la que el vigilante del garaje, quién tanto se ofreció en un principio a testificar en caso de juicio, declaraba lo que había pasado. Se lo bajé para que me lo firmará y ahora va y me dice el muy tontolaba que él iba drogado y que su declaración perdería valor. (Nota mental: Como pierda el juicio denunciar al vigilante en la próxima junta de vecinos) De todas maneras conseguí que me firmará el escrito. Ya veremos que pasa.



Amor de Madre

Al ver la bolsa supe el tipo de regalo que se trataba. Un camisa pensé. Acerté. Era una camisa verde. No era ningún tipo de verde conocido, era difícil de describir, sin duda estaba entre los denominados "colores sexuales". La camisa me gustaba.

Me la había regalado mi madre el día de mi cumpleaños. No soy persona que exprese sentimientos en público y aun así dije que me gustaba mucho. El problema era que a quien no le gustaba era a mi madre, a pesar de haber sido ella quien me la había comprado.

Días más tarde sin haberme dicho nada la cambió. Esta era otra camisa. Otra mucho más formal. Solo para llevar en ocasiones con más "pitican". No digo que sea fea porque es una camisa maja, pero la otra me gustaba más.

Esto no es de ahora. La lucha entre mi madre y mis camisas se remonta a aquella camisa de lunares morados que tuve. Me la escondía en el fondo de los altillos de los armarios para que no me la pusiera. Gracias a aquella camisa obtuve el diploma al más "lolailo" de la clase. Me gustaba, con ella era feliz. Aquella camisa transmitía energía positiva. Todo el mundo que la veía se sonreía y si me conocía se reía un rato con ella. Mi madre no lo entendía, me tildaba de payaso. Sin embargo no le parecían de payaso aquellos tirantes rojos con lunares blancos. Dí que a mi me gustaba llevarlos. Me daban un toque de elegancia y distinción que otros jamás llegarán a conocer.

Si, soy un tipo raro. Llevaba y llevó tirantes. El próximo paso será empezar a usar chaleco, pajarita y sombrero. Todo llegará.

Martes Negro

La semana pasada comenzó como una semana cualquiera. Un anodino lunes precedió a lo que sería un martes sin desperdicio...

El martes me desperté por la mañana con una gran presión intraabdominal. Mis tripas querían reventar. Presto me dirigí al váter y allí una explosión líquida salió de mi ser por la puerta de atrás. Todo presagiaba que aquella no sería la única vez que tendría que ir de urgencia al excusado.

Todavía eran las ocho y media de la mañana y ya regresaba al laboratorio después de recoger las probetas de hormigón del día anterior. Conducía mi furgoneta por la carretera cuando de repente y sin previo aviso salio de la nada una piedra que impactó sobre el parabrisas. No llevaba nadie delante y de frente tampoco me había cruzado con ningún coche o camión. Ignoro si aquella piedra fue un meteorito, un aerolito o un augurio del resto de cosas que me iban a pasar esa semana, de cualquier forma dejó un chinazo de notables dimensiones.

Tras el pequeño susto llegué al laboratorio y me puse a descargar las probetas. Una tras otra las sacaba de la furgoneta. Todo iba bien hasta que fui a levantar la última. Supongo que debido al esfuerzo de levantar aquellos 20 kilos una y otra vez y que el estado de mis tripas no era el óptimo tuve que realizar una frenada de emergencia y dirigirme rápido como un "centollo" al retrete del surtidor. Afortunadamente nada se interpuso en mi camino y no ocurrió ningún tipo de desgracia que hubiera que lamentar. Tiré de la cadena, me lavé y marche.

No había pasado una hora cuando sonó el teléfono. Leí el número que me llamaba. Era mi padre. Algo había pasado. Mi padre nunca me llama. Afortunadamente no había que lamentar ningún óbito. Tan solo me informaba que me pasara por la garita del portero del garaje, pues algún tipo de "desalmadohijodesumadre" me había tirado la moto.

Pasé el resto del día cavilando sobre lo que le podía haber pasado a mi moto. Por fin volví a casa y bajé al garaje, no sin antes tirar de la cadena. Conforme me acercaba a la moto empecé a respirar aliviado al ver que al menos estaba en pie y aparentemente entera. Mi gozo en un pozo. Cuando mis pupilas se dilataron y se acostumbraron a aquella oscuridad pude ver como los dos intermitentes del lado izquierdo estaban rotos, la maneta del embrague doblada y un raspón en el lateral. Me dirigí a la garita del portero del garaje y me contó lo sucedido. Por lo visto un "patati" de la vecindad llegó el sábado por la noche (seguramente con un par de copas, pastillas o rayas de más) y tiró la moto de al lado y esta la mía por efecto dominó. Me dio los datos del fulano y espero que del resto se encarguen los seguros, porque por el momento no he podido contactar con el fulano en cuestión.

Aquella noche, prácticamente obligado por mi madre, cené. Arrocito blanco y un yogur. Tras reposar un poco la cena me fui a dormir. Costaba encontrar la postura. Eructaba una y otra vez y mis tripas hacían ruido algo preocupantes. A las dos de la mañana tuve que salir a sentarme en el trono y ver como fluían de mi ser aquellos torrentes. No serían las dos y media cuando, no satisfecho todavía, volví a aquel trono pero esta vez a aquel río se le unió un afluente. Empecé a vomitar. Una sensación extraña invadía mi cuerpo, era capaz de manar fluidos semilíquidos por dos conductos simultaneamente.

Tras aquella experiencia extracorpórea conseguí conciliar el sueño.


Dolores de espalda

De un tiempo a esta parte he notado como mi espalda ha vuelto a doler. Esta vez de forma distinta. Antes, lo habitual era que doliera por la parte del cuello, pero ahora lo que me duele es la zona lumbar. El motivo lo desconozco pero intuyo algunos que pueden influir severamente en dicha dolencia.

Tal vez tenga algo que ver el levantar cilindrines de hormigón de unos veinte kilos todos los días. Y el hecho de que para hacerlos tenga que tener la espalda doblada supongo que también contribuirá.

La banqueta del piano nunca ha sido una de las mejores aliadas contra los dolores de espalda. La moto y la furgoneta tampoco son buenas compañeras de viaje para estas lumbalgias.

Pero me parece que la mayor culpa de todo la tiene el surtidor. El trabajar en un lugar insano sin siquiera un mínimo (y creo que obligatorio) retrete le hacen a uno buscarse la vida cuando siente la llamada de la naturaleza, y siente esa necesidad interna de hacerla externa.

La solución más práctica que encontré hace ya un tiempo fue el ir a la gasolinera que se encuentra a escasos 300 metros del chamizo en el que cumplo condena laboral.

La gente puede pensar que un baño de gasolinera es un lugar más insalubre que la barriga de una burra paridora, un sitio donde tienes que entrar chapoteando con botas de agua y vas a tener que contener las arcadas para evitar el ensuciarlo más, todo ello acompañado por un hediondo olor capaz de darle un vuelco al estomago más templado.

Afortunadamente para mí esta gasolinera tiene el baño en un estado bastante aceptable. Lo limpian todos los días a las 8 y a las 15. Lo mejor es ir sobre las ocho y media o las tres y media. Pero si los azares del día te conducen a él a otra hora no suele haber problemas.

Y ya que estamos hablando de limpieza os diré que si tenéis que elegir entre dos váteres y uno de ellos tiene la luz encendida tenéis que ir al otro. La gente, como si de un dios se tratara, se dirige siempre hacia la luz, dejando las tinieblas a un lado. Por ello que el más usado, sucio y a veces sin papel es el que tiene la luz encendida.

Bueno a lo que estábamos, mis dolores de espalda. Pues bien para facilitar la ventilación en los cubículos de la gasolinera tienen unos ventanucos en lo alto que siempre están abiertos. Os podéis imaginar la rasca que entra por ahí ahora en invierno. Y claro cuando uno está en determinadas faenas es más sensible a las corrientes en la zona lumbar sobretodo.

Quizá debiera buscarme otro lugar. Pero aquí ya he aprendido algunos trucos, como saber donde guardan el papel o el jabón cuando se acaba. Y ver como evolucionan día a día las pintadas de la puerta es algo que supongo echaría de menos.