Desvaríos

Esto no se lo había contado a nadie, me dijo. Estas palabras hacían a Ramón sentirse importante, especial. Confidencias sorprendentes que rozaban el desconcierto y alimentaban el rechazo a quien en aquel momento era nuestro enemigo común. Las piezas de un puzzle que ya duraba 20 años parecían encajar. Todo empezaba a tener un sentido. A veces intuido, a veces insospechado. Nada era lo que parecía.

La luna llena iluminaba el camino. Sin duda nos estábamos licantropizando. Juntos analizamos los métodos y estrategias del enemigo. Más sabía el diablo por viejo. 

El líder de la secta nunca nos dejó marchar y evitó por todos los medios que tomáramos otro camino. 

Habíamos tenido que empezar a  peinar canas para poner un pie (solo uno) fuera de la secta para poder verlo con perspectiva.