Ramón era químico. Enseñaba física y química en un colegio de monjas a niñas adolescentes. Aunque no era su ambiente natural Ramón sabía adaptarse a su entorno. Todo el día rodeado de monjas y niñas. Ramón necesitaba sentirse hombre. Sentirse viril. 

Absurdas ideas sobre la masculinidad rondaban su cabeza. Un día ideó la más descabellada de sus obras para ser el macho alfa. El reto estaba en limpiarse el culo de una sola pasada. Nada de segunda vuelta. Sólo así conseguiría ser el ser superior que anhelaba y al que todo el mundo respetaría. 

Bocetos y esquemas llenaban su cabeza sobre cual sería la mejor técnica. No dudó en ponerla en práctica. Los baños del colegio fueron el lugar elegido para tamaña proeza. Ramón creía que la clave era hacer una bola de papel higiénico un poco mayor del tamaño de un puño y enérgicamente pasarla por la raja del culo de adelante a atrás.  Así lo hizo. Sin duda tenía que perfeccionar la técnica. La relación entre la fuerza con la que agarraba el papel higiénico y la velocidad de limpieza no era correcta. A mitad del proceso aquella bola de papel impregnada en restos de mierda salió despedida con una trayectoria parabólica que volando por encima de la espalda de Ramón terminó impactando en la puerta del escusado.

Sin duda la próxima vez saldría mejor. Ramón era hombre de ciencia. Ensayo y error. 

Satisfecho por su primer ensayo Ramón caminaba por los pasillos de colegio cuando una alumna se le acercó y le dijo:
- Ramón tienes chocolate en el hombro de la camisa - Y con decisión lo cogió entre los dedos con el ánimos de quitárselo.
Sin tiempo a que Ramón reaccionara, éste solo pudo ver como cambiaba el semblante de la muchacha al comprobar que no era chocolate. La bola de papel voladora había desprendido restos que habían terminado en su camisa. 
- MIEEEERRRDA - Gritaba horrorizaba mientras corría pasillo abajo.